Monólogo plantea “el secuestro de la sexualidad de la mujer costarricense”, a través de un lenguaje sencillo, directo y con tintes cómicos que denuncia la “barrera de soledad” que viven muchas.

Por: Miriet Ábrego

El arte y la cultura son dos herramientas que utilizan algunas personas que sirven de guía para otros, como lo hace Oriana Ortiz Vindas. Gracias a ella, se presentó al público ‘Apareamiento’, un proyecto escénico financiado por el fondo ‘LABEscena’ de la Compañía Nacional de Teatro. La cita tuvo lugar el pasado 2 y 3 de octubre en el Teatro 1887, en el CENAC. 

Esta puesta en escena se presentó de manera gratuita al público e incluye elementos de posdrama, stand up comedy y audiovisuales para plantear “el secuestro de la sexualidad de la mujer costarricense” cómo concepto motor bajo el que se presenta la obra y donde la autora desarrolla un encuentro cómico pero directo a través de un lenguaje sencillo que busca promover “un espacio seguro donde reconocernos”. 

La obra se alimenta de diversas experiencias con mujeres de la Carpio, León 13, Garabito, Santa Cruz, Barrio México y Guararí en donde la autora desarrolla procesos educativos y socioculturales, enfocados en el crecimiento integral de las personas, donde Oriana ha conocido una “Costa Rica no tan amable” en cuanto a justicia social y oportunidades. 

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El monólogo tomó vida gracias al equipo de producción encabezado por Ortiz quien escribe, actúa y además diseñó el vestuario y utilería; de la mano con la dirección Gastón Ferrer, quien además realizó la producción audiovisual y diseño escenográfico; Gloriana Vega Ramírez, en la producción; Wilberth Arroyo Chacón, en el diseño luminotécnico y Soy Gata encargada del diseño gráfico. 

Apareamiento habla claro y sin adornos de la existencia de cuerpos femeninos habitados por otros, escondiendo perfectamente los deseos de las mujeres por ser escuchadas, tener metas o luchar por ellas, sin olvidar la controversial búsqueda de una sexualidad plena.  (Foto: José Pablo Serrano).

La génesis de Apareamiento

Rondando 2018, acompañando a mujeres y sus procesos, Ortiz empezó a sentir una especie de angustia que aunque la sentía para sí misma no le pertenecía solo a ella. “Pasaban cosas, una chica llega un día y me cuenta que cuando va saliendo de una cita del Ebais con su hijo llega alguien en la calle y le tira la moto, y que tras de eso esa persona que le tira la moto es el papá de su hijo. Lo hizo sin importarle nada y cosas así entonces yo decía: “Bueno, ¿qué hago?””.

En un momento determinado donde se encontraba entre una situación sentimental personal, donde reconoció que se sentía mal por épocas sin entender bien el por qué, más las experiencias traumáticas y violentas que le compartían sus propias alumnas que iban desde agresiones físicas, hasta aspiraciones impuestas y construidas por una sociedad que nos sigue viendo como “materia prima”.

“Para librarnos de todas estas desaprobaciones terminamos cayendo en estos lugares por excelencia. Entonces, a pesar de que yo me haya ‘madreado’ para sacar medicina, apenas venga Luisito a decirme que yo soy la rosa más bonita del jardín, guardo la medicina y acepto mi porción de aceptación social. Que he pasado 35 años esperando, además”.

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Denuncia el monólogo cómo las mujeres pueden chocar con una especie de “barrera de la soledad”, una sensación transmitida impuesta y muchas veces interiorizada mediante una gran cantidad de información que recibimos todos los días de los diferentes contextos, que postulan que las mujeres que “están solas” es porque algo malo han de tener.  

“Hay dos lugares de significación muy marcados. Uno que tiene que ver con la maternidad, pero una maternidad extendida, donde nosotros somos las cuidadoras del universo. Pero no nos cuidamos a nosotras y nadie nos cuida a nosotras, es una cosa muy desproporcionada. Y la otra que tiene que ver con todo el tema del cortejo y de que yo estoy en función de la aprobación de los demás, y no voy a andar así el pelo porque me gusta, si no porque se supone que así me veo más atractiva”.

La obra se alimenta de diversas experiencias con mujeres de la Carpio, León 13, Garabito, Santa Cruz, Barrio México y Guararí en donde la autora desarrolla procesos educativos y socioculturales. (Foto: Oriana Ortiz Vindas).

Apareamiento habla claro y sin adornos de la existencia de cuerpos femeninos habitados por otros, escondiendo perfectamente los deseos de las mujeres por ser escuchadas, tener metas o luchar por ellas, sin olvidar la controversial búsqueda de una sexualidad plena. 

“Las mujeres a veces no sabemos ni masturbarnos, ni cómo está hecha la vulva. Todo lo que salga de ahí nos da miedo o asco o porque se manchó el calzón. La vagina es como una cabecita más. O sea, si usted está feliz usted siente ahí, si se asusta le puede dar como un jalonazo, si usted ve a alguien que le gusta acciona…, ella es como una mentecita más ahí en otra dimensión que nos acompaña siempre, pero que se nos hace creer que ahí hay algo malo o sucio”.

Oriana también postula que el potencial de las mujeres “está adormecido, cuando yo hablo de un secuestro de la sexualidad me refiero a que las mujeres por toda esa presión social o por miedo a ser quién son y de verdad tirarse a esta lucha porque al final es una lucha, deciden prescindir de sí mismas y ese contenido creativo intuitivo y personalísimo no está funcionando a tu favor, a tu beneficio, estás pasiva y me parece que eso es lo que la sociedad quiere de nosotras”.

Según el Observatorio de Violencia de Género Contra las Mujeres y Acceso a la Justicia, del 1 de enero de 2016 al 31 de diciembre de 2020, fueron solicitadas en Costa Rica un total de 341.382 medidas de protección, lo que representa 186 medidas de protección por día. Las mujeres son las mayores solicitantes de la protección en contra de hombres quienes resultan ser pareja sentimental, cónyuge, hermano, padre, tío, abuelo, novio, primo y otros.

Perspectivas juveniles

El sábado 2 de octubre, diez jóvenes de la comunidad de Guararí de Heredia entre los 15 y los 24 años, en coordinación y colaboración con Centro Cívico Por la Paz de Heredia, tuvieron la oportunidad de asistir a la convocatoria de ‘Apareamiento’, donde sus expectativas fueron puestas a prueba. 

Winifer Salgado Carranza (19 años), estudiante de inglés, comentó que “hay cosas que uno no habla claramente porque a veces como sociedad tapamos palabras para disminuir las cosas. Yo estoy en ese proceso de autoconocimiento, de amor propio, qué quiero y qué no. Lo que acabamos de ver nos dice que es necesario hacer conversaciones incómodas sobre qué quieres en tu vida, qué expectativas tienes de una relación, si buscas solo sexo o amistad o algo así. Habla a lo rajado y siento que nunca había visto algo así y que se dé a conocer al público sobre masturbación y cosas de ese tipo”.

Por otro lado, Samanta Ramírez Ramírez (17 años), quien practica skate en el Centro Cívico, opinó: “La obra se relaciona mucho con los jóvenes porque se enredan tanto en ese tema del amor, dan demasiados consejos que nos pueden ayudar en todo esto. Me sentí identificada en la parte de ilusionarse de hacerse escenas en la cabeza o de pensar cosas de la otra persona, de que si no le gustó y todo esto. Me parece que esto es un tema importante de seguir hablando para los jóvenes y para los adultos”. 

También Katherine Manzanales, estudiante de 17 años, narró que “la obra superó mis expectativas. Hace que nos concienticemos y que no tengamos miedo de hablar o de darnos cuenta de que no somos los únicos. La parte de los roles se me hizo interesante, porque son cosas que desde que se nace ya por ser hombre o mujer se viene con esos estereotipos y esas normas que hay que seguirlas; situaciones que en realidad son como muy de cada género y se ven y se normalizan, pero son cosas que deberíamos reflexionar de cómo ir rompiendo. Sentía cómo la chica no se sentía bien con ella misma, quizá por todo ese tipo de cosas que siempre se dicen que si tiene un granito hay que taparlo, que el cabello, que siempre hay que estar bonita y calladita ese tipo de cosas que creo que la mayor parte de las mujeres lo hemos vivido. Y es algo que uno se acostumbra y es tan difícil de romper,  porque cuando una lo  intenta es como que “¡uy no, la rara!” o lo critican a uno cuando sigue en ese camino”. 

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Finalmente, Adriel Conejo Fernández, trabajador de 24 años, externó que “es interesante porque hay cosillas como que uno ya está acostumbrado desde hace mucho tiempo y pues que alguien llegue y se lo dice a uno como que choca un poquitito. Porque uno dice, no, yo no soy así, pero puede presentarse o tal vez se han pensado. Es importante que más chicos vengan a ver ese tipo de contenidos artísticos, ya que siempre es aprendizaje de una u otra forma. Igual la cuestión de la percepción, de lo que yo percibo y que para otra persona puede ser otra cosa, entonces es crecimiento para cualquiera”. 

Oriana en un momento de la obra. (Foto: Alexandra Bolaños)

Atrapada por la escritura

A Oriana le cautivó la escritura desde primer grado  y desde entonces trabajó esta y otras habilidades sociales y artísticas (que por cierto, la llevaron a ganar un concurso colegial de redacción, gracias al cual recibió una beca completa para cursar una carrera universitaria, periodismo fue su decisión). Después, estudió una maestría en Educación Rural en la Universidad Nacional (UNA) con énfasis en Centroamérica y luego se involucró en procesos de otros países de Mesoamérica, e incluso se formó en arteterapia.

“Trabajando en un periódico yo decía: sí, está muy lindo, pero necesito estar con la gente. A mí me gusta el proceso humano y el tema de poder estar ahí más cerca, entonces volví a mis temas comunitarios, trabajé en varias cosas en torno al proceso humano de aprendizaje y los jóvenes, para que ellos se conecten con el tema de este corazón comunitario, que puede llegar a satisfacer esas necesidades que no han tenido en sus casas”.

Por otro lado la inquietud por la escritura y los miembros sociales más vulnerables la llevaron este mismo año a la publicación de su libro “Memorias de mi tierra” dónde en un contexto mesoamericano le pone rostro humano a situaciones diversas: “Hay un montón de respuestas de nuestra identidad y no es que no exista la identidad es que no la podemos ni siquiera abrazar”.