Por: Daniel Zueras
Adela fue una de las grandes constructoras de Costa Rica en las primeras décadas del siglo XX. Tanto de edificios e infraestructuras, como del país en sí.
Nieta de Francisco Morazán, nació en 1866 y con 20 años se casó con el general Lesmes Jiménez (considerado el primer ingeniero-arquitecto costarricense y que en 1888 hizo el diseño del Colegio de Señoritas), con quien abrió la Fábrica de Ladrillos, un negocio en principio pequeño y familiar pero que creció con el tiempo.
Su esposo murió en 1917, teniendo Adela 51 años, quedando así ella al frente de la fábrica (muy cerca de la ruina y con ocho hijos a los que sacar adelante). Por 40 años, ‘Adela v. de Jiménez e hijos’, fue la compañía de construcción más importante de Costa Rica. Con su empresa modernizó y profesionalizó este sector en el país. En 1926 obtuvo la Medalla de Oro en la Feria Internacional de la Construcción, en Italia.
En esta época pavimentó las principales calles de San José y, en una época en la que no era usual ver a las mujeres en el mundo del trabajo, manejaba tractores y abría carreteras hacia Heredia, Tierra Blanca y Juan Viñas.
Entre los edificios destacan la iglesia de La Merced, la Basílica de Santo Domingo de Heredia, Faro de Cabo Blanco (en la Península de Nicoya), el Teatro Capitolio y el Teatro Adela; además de iniciar la construcción del antiguo Estadio Nacional. También hizo la ampliación de la Antigua Aduana.
Esta emprendedora mujer hizo todavía más cosas. Fue quien trajo el aeroplano que sirvió de correo entre los países de Centroamérica.
Fuera del trabajo, fue una mujer solidaria: cofundadora de la Lucha contra el Cáncer en Costa Rica y también de la Asociación Vicentina (que presta asistencia social a familias necesitadas).