Por: Daniel Zueras
Christiana Figueres es hija y hermana de presidentes del Gobierno. Su padre, Pepe Figueres, abolió el ejército en Costa Rica. Su madre, Karen Olsen, fue una activista contra la segregacion racial en EE UU. Así, Christiana creció en un ambiente con poco juego y mucho estudio.
Siendo joven vivió un año con los indígenas bribrís, en la cordillera de Talamanca, a donde vuelve cuando puede. “Nuestros padres nos dieron este compromiso de servicio público, de justicia social, de trabajar siempre por darle más oportunidades especialmente a los que tienen menos oportunidades”, nos cuenta.
Toda esa lucha y compromiso lo volcó en la parte ambiental. Algo que se acentuó en un viaje a Monteverde con sus hijas pequeñas. Christiana quiso enseñarles una especie de sapo que solo se podía ver en Costa Rica y que a ella le había maravillado siendo niña, el sapo dorado. Pero no pudo, cuando llegaron se enteraron de que se había extinguido en 1989. Ahí tomó total conciencia de que el mundo que le habían heredado sus padres no sería el mismo que ella le iba a heredar a sus hijas.
De 2010 a 2016 fue la Secretaria Ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, o lo que es lo mismo, la máxima responsable a nivel mundial de la lucha contra el cambio climático.
En 2015 logró que 196 países se pusieran de acuerdo por primera vez en la historia para combatirlo. El Acuerdo de París busca frenar el aumento de la temperatura mundial con el compromiso de los países firmantes de reducir sus emisiones de carbono, principales causantes de la contaminación y del calentamiento global.
En 2001 recibió el Premio Héroe del Planeta de National Geographic por su liderazgo, a nivel internacional, en la lucha contra el calentamiento global y su liderazgo en las energías renovables. En 2016 fue elegida por la revista Time como una de las 100 personas más influyentes del mundo.
Supongo que no tuvo que ser fácil ser hija de un líder que era un ejemplo para todo el país. ¿Cómo fue su infancia?
Sí, pues yo nací literalmente cuando mi padre era presidente en 1956, en su segunda presidencia (1953-1958). Crecer como hija de no solo de un presidente, sino de un Benemérito de la Patria, del Padre de la Patria que se sentía tan responsable por marcar la ruta de desarrollo con justicia social y con responsabilidad ambiental -como él lo hizo- pues la verdad eso no es no es fácil.
Yo no crecí como una niña jugando con muñecas, no. De hecho, me doy cuenta ahora que estoy vieja que a mí no me gusta jugar. Y no me gusta jugar porque no jugué de niña, porque no teníamos chance de hacerlo, porque desde muy pequeños se nos dieron responsabilidades para apoyar a nuestros padres. Los dos eran servían al público, los dos estaban entregados a su servicio público y entonces desde muy pequeños se nos dieron responsabilidades para ayudarles, para que ellos pudieran hacer su servicio público.
Fue una educación muy profunda. Nuestros padres nos dieron en la sangre este compromiso de servicio público, un compromiso de justicia social, de trabajar siempre por darle más oportunidades especialmente a los que tienen menos oportunidades, de proteger a los vulnerables.
Yo veo que esos principios y valores son los que yo he llevado a la plataforma global. Yo trabajo en cambio climático porque es la injusticia más grande de la historia de la presencia humana en este planeta.
El no enfrentar el cambio climático es una injusticia de mi generación contra las generaciones venideras, es una injusticia de los hombres contra las mujeres, es una injusticia de los países del Norte contra los países del Sur, es una injusticia de las personas que tienen más capacidad económica en cualquier país contra las que tienen menos capacidad económica en todos los países, es una injusticia de la historia contra el futuro.
Por eso es que estoy dedicada a ese tema y me doy cuenta que eso me lo inyectaron mis papás cuando yo estaba muy pequeña.
Y entiendo que también hubo un momento clave para dedicarse al medio ambiente, un viaje a Monteverde que hizo con sus hijas para mostrarles la rana dorada y que ya había desaparecido…
¿Cuál es el trabajo que está haciendo ahora desde Global Optimism, en la lucha en pro del ambiente?
Bueno, después de trabajar con Naciones Unidas durante seis años para que todos los gobiernos del mundo -196 gobiernos- se pusieran de acuerdo sobre lo que van a hacer para enfrentar el cambio climático (entre 2010 y 2016), desde entonces vengo trabajando con empresas privadas, con instituciones financieras, con algunos gobiernos, para que se logre cumplir con el plan estratégico que representa el acuerdo de París.
Porque lo que se acordó en el año 2015 bajo el acuerdo de París es un excelente plan, pero los planes no se cumplen simplemente con escribirlos. Los planes se cumplen al ejecutarlos, entonces, ahora estoy dedicada a la ejecución de ese plan
¿Qué significó para el mundo el acuerdo de París y qué significa también para usted, personalmente?
Para el mundo, el acuerdo de París significa una ruta en común que diseñaron y acordaron todos los gobiernos del mundo para hacerle frente al cambio climático a lo largo de las próximas décadas. No es una ruta de corto plazo, sino de largo plazo hasta el año 2050, en donde a lo largo de ese tiempo se va a ir limpiando la economía de toda la polución que tenemos en este momento.Es un acuerdo que influencia, aunque no rige, pero influencia todas las decisiones económicas y de inversión que se hagan tanto en sector público como el sector privado, para poder ir descarbonizando la economía, en vez de mantenerla donde está ahora o donde estaba en el pasado.
Para mí, personalmente, significó haber llegado a un hito que yo había asumido, una responsabilidad global que había asumido y a la cual le dediqué todo mi tiempo, toda mi energía y toda la capacidad que desplegamos de convocar a los gobiernos y a las empresas y al sector privado del mundo.
¿Se están cumpliendo los objetivos trazados desde 2015? ¿Usted, desde Global Optimism está empujando a que se cumpla? Porque como bien dice una cosa es el papel y otra cosa es la ejecución. ¿Se está cumpliendo o nos estamos descarrilando?
Se está cumpliendo, porque estamos descarbonizando la economía global. Ya la energía eléctrica limpia -de la cual disfrutamos en Costa Rica, pero que otros países no la tienen-, es competitiva en casi todos los mercados del mundo. No ha desplazado aún a las energías contaminantes, pero ya es competitiva y ya se empieza a ver el desplazamiento de las energías que evolucionan.
Además de eso, ya empezamos a ver el cambio en todo lo que es transporte de vehículos, ya tenemos vehículos eléctricos que son también competitivos frente a los vehículos más contaminantes.
Lo que estamos viendo en la economía es la competitividad de las nuevas tecnologías.
Respecto a lo que falta, ahí son las políticas de gobierno que deberían de incentivar el uso de esas tecnologías, tanto de electricidad como de transporte para que estas se distribuyan más rápidamente.
Entonces, estamos cumpliendo con el acuerdo de París porque vamos en la dirección correcta de descarbonizar la economía, pero no lo estamos haciendo al paso que deberíamos de hacerlo los científicos. Nos han dicho que tenemos que estar a la mitad de las emisiones que tenemos ahora para el año 2030 y todavía no estamos en camino para ese tipo de metas
¿Estamos ganando o estamos perdiendo esa guerra contra el cambio climático?
Es que no lo podemos ver binariamente entre ganar y perder. Eso no ayuda. Estamos encaminados y no sabemos todavía si vamos a ganar o perder, eso lo sabremos en el año 2030. Pero de aquí a allá van a pasar muchísimas cosas. No sabemos si vamos a ganar o perder hasta dentro de ocho años.
Desde Global Optimism está trabajando también de la mano con las empresas. ¿Las compañías están suficientemente concienciadas a nivel global de todo el tema del cambio climático o todavía es algo que hay gente que le suena como ajeno?
La mayoría de las empresas grandes entienden esto perfectamente, porque saben que el cambio climático es una amenaza para su productividad y para su para sus ganancias. Ellos entienden esto perfectamente y 3.000 empresas del mundo, de las más grandes, están ya comprometidas para proteger su propia empresa; están comprometidas con el Acuerdo de París, que es estar a cero emisiones netas para el año 2050
Lo que pasa es que ese compromiso de las empresas tampoco se sabe cómo se va a cumplir. Es que esto nunca lo hemos hecho, esta es la primera vez en la historia de la humanidad que estamos descarbonizando. Nunca se ha hecho, ni tampoco se sabe muy bien cómo es que lo vamos a hacer. Aquí estamos haciendo camino al andar, como decía el poeta, estamos aprendiendo con cada paso que damos entonces hay compañías que van muy adelante y que logran marcar hitos y ser ejemplos para otras compañías, pero otras vienen mucho más atrás.
Estoy trabajando con un grupo de 400 compañías que han decidido que el año 2050 es demasiado tarde y más bien van a llegar a cero neto emisiones para 2040. Eso, por supuesto, es una gran ayuda. Ahora ellas mismas no saben cómo lo van a hacer, están llamando a todos los funcionarios de cada una de las empresas, a todos los empleados, a los ingenieros especialmente. Dándoles una meta les están diciendo:”Bueno, tenemos una nueva meta, es muy ambiciosa. No sabemos cómo la vamos a cumplir, pero la tenemos que cumplir. A ver aquí, por favor, creatividad e innovación, nuevas ideas para ir marcando la pauta para cumplirlas”.
En general, el mundo sí que es más consciente hoy que hace unos años del medio ambiente ¿Cómo ha visto esta evolución?
Esto es cierto, pero también es cierto que vivimos actualmente una ola negacionista, ¿no? Y el cambio climático es una de las grandes batallas culturales en el mundo…
¿Ve a Costa Rica como un líder climático? ¿Qué señal se manda al mundo con la no ratificación del Acuerdo de Escazú o el tema de la ampliación de la edad de la flotilla de buses, siendo que muchos países han puesto sus ojos en Costa Rica por todo el tema ambiental?
¿Cómo ve el futuro de las energías verdes? ¿Es necesaria una apuesta por el hidrógeno verde o hay que seguir profundizando en la senda de la solar, de la eólicas? ¿Tiene que ser un compendio?
Definitivamente tenemos que invertirle al hidrógeno verde, porque las energías renovables que ya se volvieron tradicionales (las solar, la eólica, la hidroeléctrica), todas ellas tienen un rol muy importante dentro de la canasta de fuentes de generación eléctrica, pero no pueden cumplir todos los propósitos.
No se le puede ofrecer energía renovable tradicional a la industria pesada (a la industria del acero, del cemento, del hierro), porque no es lo suficientemente intensa en energía. Entonces, para poder sacar a esas industrias de su dependencia que tienen en este momento los combustibles fósiles, hay que ofrecerles una opción que les sirva y por el momento la única opción que sabemos que les puede servir es el hidrógeno, que puede ser generado por varias fuentes, pero que desde la perspectiva ambiental tiene que ser hidrógeno verde, o sea, producido por las energías renovables.
De nada sirve producir energía desde el hidrógeno con carbón, o con gas natural, porque seguimos en el mismo problema. Sí que hay que desarrollar muchísimo más el hidrógeno verde para que este llegue al mercado de una manera competitiva y que pueda competir contra tanto la capacidad como el precio de los fósiles.
¿Hay un rango de tiempo previsto en el que el hidrógeno verde sea una fuente efectiva?
Todas esas proyecciones que se hacen sobre las nuevas energías se hacen inútilmente, porque siempre resulta que esas tecnologías funcionan mucho más rápido, se desarrollan mucho más rápido que cualquier pronóstico. De hecho, ya tenemos catalizadores que son capaces de producir esa energía y esos catalizadores ya están bajando de precio.
Definitivamente, dentro de esta década vamos a tener el hidrógeno verde como una energía competitiva y usándose para las aplicaciones de energía.
¿Qué cree que le dice su ejemplo, su trabajo, a las niñas y a las jóvenes costarricenses?
A mí me parece que una de las lecciones es, número uno, que cada persona debería de buscar a dónde está su pasión, sea en temas ambientales, sociales, en temas económicos…
Cada una busca a dónde y trabajar en los temas de pasión. Porque me parece que es muy difícil levantarse en la mañana e ir a trabajar -con la cantidad de horas que le metemos al trabajo- si no somos apasionadas de lo que estamos haciendo.
Yo, a mis hijas, siempre les he recomendado: “busquen un trabajo donde ustedes pueden llevar, no solo la cabeza, sino el corazón” y que puedan ir, trabajar y pelear por las causas en las que creen, pero con pasión, porque si no, nos quemamos.
Y la otra cosa, me parece, es entender que todos los seres humanos, pero especialmente las mujeres, estamos ubicadas en una cadena histórica y somos una argolla. Cada una de nosotras es una argolla de esa cadena que tenemos hacia atrás, hacia nuestros ancestros, y especialmente a las mujeres que son nuestros ancestros y hacia el futuro. Y que deberíamos de ver nuestra vida desde esa perspectiva, qué heredamos de nuestros ancestros y de nuestras ancestras y qué es lo que queremos hacer -como una argolla- en esa cadena hacia el futuro, porque hay muchísimas cosas que heredamos y que podemos cambiar o no, pero definitivamente deberíamos de ser más conscientes sobre esa cadena que queremos tener hacia las futuras generaciones.