Menos de una quinta parte de las trabajadoras domésticas en Costa Rica se encuentran inscritas en la Caja Costarricense del Seguro Social. A ello se suma el cese sin responsabilidad patronal que aplicaron algunos patronos durante la pandemia.
Por: Miriet Abrego
Rosa Gallegos es una empleada doméstica de alegre voz, tiene 55 años y afortunadamente no se ha contagiado de Covid-19. Tampoco han contraído la enfermedad ninguno de sus dos nietos, ni su hijo, quienes conforman su hogar en Sagrada Familia, en San José.
No obstante, con este son dos meses de renta que le debe a la casera, por lo que tuvo que entregar como pago una secadora de ropa, que con esfuerzo recién había comprado el pasado diciembre. “Nuevita de paquete”, dijo Rosa. En su hogar solo hay un salario fijo, el de ella. Por temporadas los chicos ganaban algo en las bodegas de papaya y aguacate del mercado Borbón de San José, pero ahora es difícil.
Su esposo, que se dedicaba a transportar cargas de clientes en el mismo mercado, enfermó en diciembre y se fue a Nicaragua, por lo que ya no cuentan con su aporte económico. Gallegos no sabe qué va a hacer para pagar el alquiler de una maltrecha y agujereada casa que se cae en partes: “Creo que todo el mundo está pasando necesidad, los que no están sufriendo son los dueños de las casas donde se trabaja”. Cuenta que algunos días no han podido comer y está en la búsqueda de un segundo trabajo los sábados.
Gallegos es una de las 116.000 personas que trabajan en actividades de hogares en Costa Rica, de las cuales 104.000 son mujeres, 90% del total de quienes se dedican a estos oficios. Un 27% de este grupo son mujeres nacidas en otro país y como ella, el 24% son nicaragüenses, según la Encuesta Continua de Empleo para el primer trimestres 2021, realizada por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC).
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“Sentimos que hemos retrocedido en derechos, hemos chocado con pared. Primero, como migrante no tienes acceso a cualquier bono o parecido que el Gobierno decrete en el país, al no tener una cédula de residencia. Otra cosa es que si yo estoy trabajando, mi empleador no me extiende una carta haciendo constar que yo trabajo para él y que me recortó horas, salario o me suspendió, entonces no se puede tener acceso a un bono”, puntualizó María del Carmen Cruz, presidenta de la Asociación de Trabajadoras Domésticas de Costa Rica (ASTRADOMES), organización que tiene como objetivo defender los derechos laborales y humanos de las trabajadoras domésticas, tanto nacionales como migrantes.
La carga de la pandemia ha llegado de distintas formas y en el caso de las empleadas domésticas se percibe un aumento de la carga laboral. En vista de que ahora se instauró el teletrabajo, deben atender tanto a las personas que se encuentran teletrabajando o estudiando dentro de las casas, mientras realizan las tareas cotidianas, por lo que se les suma un rol de asistencia. “Pásame aquello, traeme un te, un café…”, ejemplifica Cruz.
Si bien algunos patronos han apoyado a sus colaboradoras domésticas pagándoles un Uber, o si cuentan con mensajeros o choferes las transportan de casa a casa (para mitigar el contagio en el transporte público), esta ayuda ha ido mermando.
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En otros casos, hay trabajadoras domésticas que al llegar al recinto laboral se ven obligadas a “auto fumigarse” con químicos desinfectantes desconocidos, que son tan potentes que les dañan la ropa y les manchan los zapatos, después de eso deben ducharse y cambiarse la ropa por la que tienen en los lugares de empleo, algo que principalmente les sucede a las cuidadoras de niños o adultos mayores que no duermen en el lugar de trabajo, quienes no se quejan por temor a perder el empleo.
Los ingresos de esta rama de trabajadoras han sido históricamente vulnerados, el salario mínimo para el sector es de 205.048 colones al mes, lo que ya es insuficiente para aspirar a una vida digna en Costa Rica.
Sin embargo, Cruz comentó sobre el salario, que a veces “les dicen, te puedo pagar 150.000 por tiempo completo, y por necesidad de ganar algo frente a no ganar nada pues aceptan. En lugares como Pérez Zeledón o Santa Cruz, hay compañeras que han estado ganando hasta 60.000 colones al mes por tiempo completo, esto desde antes de la pandemia, ahora están igual o despedidas”.
Seguro social para pocas
Es difícil saber cuántos nicaragüenses y extranjeros en general se han visto forzados a dejar el país al verse despedidos producto de la pandemia, pues sin ingresos no son capaces de afrontar el pago de vivienda o servicios básicos, más muchos otros que no cuentan con seguro social.
Según datos de los registros administrativos de la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS), pocas personas trabajadoras que se desempeñan en empleo doméstico se encuentran aseguradas por sus patrones, pasando de 9,6% en 2015 a un 17,1% en 2020.
A esto se suma el cese sin responsabilidad patronal, otro mal derivado de la situación, ya que muchos empleadores se aprovecharon de las medidas impuestas para ejecutar despidos sin pagar lo estipulado por ley. Muchas trabajadoras domésticas fueron despedidas y a otras supuestamente se les suspendió el contrato, pero nunca las volvieron a reincorporar.
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“De eso se agarraron para despedir a muchas compañeras, una de ellas tenía 17 años de trabajar para un patrono, fue cesada sin derecho a nada para ellos evitarse la liquidación y contratar otra nueva” comparte Cruz y añade: “Son trabajadoras domésticas, mujeres, vulnerables, migrantes, o sea, es el paquete de la vulnerabilidad. Lo que pedimos es que seamos tomadas en cuenta, no echas a un lado, que se nos reconozca también que tanto trabajadoras domésticas, como otro tipo de trabajadores, aportamos al país”
Se estima que, de participar las mujeres en igualdad de condiciones en el mercado laboral, el PIB mundial podría incrementar en 26%, según un informe de McKinsey Global Institute.
Mientras que quizá la pandemia ha enseñado a los empleadores que mantener una casa o un establecimiento quita tiempo, implica paciencia y conlleva desgaste físico entre otras cosas, la grieta de desigualdades se volvió más profunda, las trabajadoras y su salud dependen hoy más que nunca de la buena voluntad de los patrones y del Estado.
Aunque Doña Rosa no augura que venga una nueva ola de despidos para el gremio, da gracias siempre por conservar su trabajo, “Es muy triste venir a rodar a otro país, solo cuento con Dios y las fuerzas que me dé” finaliza.