La directora del Teatro Nacional es una mujer libre, metida en algún huracán en los últimos tiempos por la polémica en torno a la (necesaria) reforma integral del monumento nacional, el más emblemático del país. Siempre en relación con las letras, relanzó la que era en su momento una moribunda Feria del Libro, a la que dio vuelo y se convirtió en uno de los grandes acontecimientos culturales del país.

Por: Daniel Zueras

Karina Salguero, directora del Teatro Nacional, siempre amó la lectura, con la que trataba de vivir aventuras que no podía realizar en su día a día. Uno de sus primeros recuerdos es estar tumbada en un sofá con un libro de cuentos entre sus manos, dormida, como en una foto antigua.

Desde entonces ha tenido una relación de pasión con el mundo de las letras, de la cultura.  Ha sido directora de revistas (en dos etapas) de Grupo Nación, el principal grupo mediático del país; impulsó el renacimiento de la Feria Internacional del Libro de Costa Rica; y también ha trabajado, codo con codo, con el argentino Hernán Casciari (un referente en el mundo de la cultura latinoamericana), fundador de revista Orsai.

La figura maternal le marcó, una mujer fuerte “a la que no puedo alcanzar, es alguien que disfruta todos los días”; también la paterna, de su papá adoptivo, quien le demostró que el amor no es una cosa de biología.

Hoy, como directora del Teatro Nacional de Costa Rica, impulsa la cultura de Costa Rica, algo que ha venido haciendo toda su vida, desde diversos ángulos; y también es una firme creyente en el desarrollo de la mujer en la vida profesional, ámbito en el que trata de apoyar a las que llegan.

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¿Ha sido decepcionante el frenazo al préstamo para la reforma del Teatro Nacional?

Sí, ha sido decepcionante; sin embargo, es parte del camino que queremos recorrer. No pensamos nunca que iba a ser fácil. En realidad sí ha sido de alguna en manera tiempo récord. Los empréstitos se llevan más tiempo a veces, en Asamblea; sin embargo, la respuesta negativa en segundo debate sí fue una gran desilusión. Nosotros no lo pensábamos.

¿Lo podrán salvar las lenguas?

Bueno, si las vemos desde el punto de vista más del origen de las lenguas, de dónde vienen, de los razonamientos… Tal vez sí, es a partir del discurso que se puede salvar, porque es dar razones, dar información, que es lo que a veces falta para que se pueda tomar una decisión; que es una decisión que este país ha tomado ya en otras ocasiones.

Yo no dudo en que se va a tomar la decisión correcta.

¿Cree que podrá ser en esta legislatura?

Sí, lo veo muy posible, porque las recomendaciones técnicas que nosotros tenemos son para este periodo. Un atraso sería bastante dañino para el proyecto, para lo que tenemos que hacer. Nosotros sí tenemos que entrar a hacer las intervenciones en un máximo de dos años. Eso quiere decir que la Asamblea, lo que nos solicite, lo que nos pidan los diputados, va a ser lo que hagamos, u organicemos, para que decidan en los, espero, próximos meses.

¿Cuál es la importancia del Teatro Nacional como monumento histórico, para Costa Rica?

Como monumento histórico es fundamental porque define una línea de aspiración que hemos tenido los costarricenses desde un primer momento de vernos en espacios que rindan un homenaje a la sociedad.

Pero, además, alejado un poco del plano patrimonial y simbólico es parte de la construcción de nuestra identidad. Así somos, así como este Teatro que tiene tras bambalinas muchísima información y por delante una actividad… Así somos nosotros, es de los pocos espacios patrimoniales que desde que se crearon ha mantenido su uso. Este edificio nunca ha cambiado el uso, hay otros espacios, por ejemplo, que de repente fueron un cuartel general y pasaron a convertirse en un museo. Sin embargo, esto se creó para ser teatro y no ha parado de tener funciones y programación anual.

Nos define más a nosotros los costarricenses, como personas trabajadoras que durante muchos años hemos seguido nuestra visión, y este tiene 122 años.

El Teatro Nacional es parte de la conformación de la identidad de los costarricenses

¿Se le da poca importancia a la cultura en Costa Rica?

Yo no creo. Si en una Asamblea Legislativa se ha llevado el debate sobre invertir en cultura durante tanto tiempo, eso ya nos saca de un porcentaje latinoamericano, es decir, para bien o para mal, con las posiciones en contra o a favor, lo cierto es que este país dedica tiempo de su Asamblea Legislativa para pensar en cultura. Ojalá que el resultado sea un sí, una aprobación, y una apuesta.

Pero a lo largo de todas las discusiones, los diputados y las diputadas han coincidido en que sí es importante la inversión en cultura. Ellos lo que afirman es si este es el momento, o no. Pero esa definición es técnica; es decir, este teatro, todo lo que hay que hacer en intervenciones no puede esperar.

¿Es necesario el empréstito completo? ¿No se puede separar?

No se puede desagregar, y además, el alcance del programa tiene que ser el mismo. Más allá del BCIE (N. del E. Banco Centroamericano de Integración Económica, entidad supranacional que ha facilitado el préstamo de US$31 millones para la reforma del Teatro Nacional) que (ha dicho que) no se puede desagregar el programa es que no se pueden hacer los cinco proyectos de a poquitos, ni se pueden hacer por separado.

Primero, al Teatro hay que desalojarlo de todo lo que puede ponerlo en riesgo, eso quiere decir que hay que tener otra estructura. Nosotros tenemos una propiedad a la par, la Vargas Calvo (N. del E. teatro de cámara que aloja obras más arriesgadas y experimentales), que ahí irían la bodega, donde estarían todos los materiales, el cuarto de máquinas que ponen en riesgo al teatro. Pero no tenemos que comprar una propiedad, ni incurrir en más alquileres. Es tomar lo que tenemos y restablecerlo. Y, de todos modos, la Vargas Calvo tarde o temprano es un edificio en deterioro que es una cuestión de menos de cinco años y nos lo podrían llegar a cancelar.

Poniéndonos positivos. Una vez que pase en la Asamblea Legislativa y llegue el dinero. ¿En cuánto tiempo podría estar lista la reforma íntegra del Teatro Nacional?

Nosotros tenemos un año para tener el primer desembolso. Eso quiere decir que las obras iniciarían en un año; sin embargo, siempre vamos haciendo algunos adelantos, porque no nos podemos esperar.

Una vez que esté ese primer desembolso, son dos años, dos y medio en obras, calculo, y luego la reinauguración.

En ese periodo ¿Estaría totalmente cerrado?

No, lo que nos han dicho los expertos es que sí hay un periodo en ese proceso que estaría cerrado, pero no todo el tiempo, sino algo parcial. 

¿Cuáles son los planes en caso de ese cierre parcial? ¿Qué es lo que se hará?

Si tenemos que cerrar el edificio por un periodo de quizás seis meses, o lo que nos indiquen, estamos preparados ya con un programa muy fuerte que tenemos con el MEP, ‘Érase una vez territorio’, y con otras de las adscritas del Ministerio de Cultura y Juventud, y vamos a girar.

El Teatro Nacional se va a acercar más a las comunidades. Este año estuvimos en Barranca, en Nicoya y en Pococí (ahora mismo hay funciones ahí). Y el año entrante vamos a subir una región más, de tal manera para que en 2021 y 2022 podamos hacer giras permanentes y el Teatro Nacional esté más cerca de toda la sociedad y de las personas que de alguna manera están vinculadas simbólicamente con el teatro.

¿Cómo fue la experiencia de reflotar en su momento la Feria del Libro? Hoy se ha convertido en uno de los principales acontecimientos culturales de Costa Rica, cada año.

Es de mis máximos orgullos haber podido acompañar ese proceso. Y no solo en ese momento, hasta la fecha sigo vinculada desde el Colegio de Costa Rica, el Ministerio de Cultura y Juventud con todo lo que tiene que ver con ir reforzando y madurando un proyecto tan importante en una sociedad.

En ese momento, la Cámara Costarricense del Libro tenía la feria, el Ministerio de Cultura y Juventud la apoyaba, pero no existía como un programa. Decidieron unirse y unir esfuerzos tanto de logística, como  de contenido y económicos, para probar a ver si se le daba mayor dimensión. 

Y entonces fue cuando me invitaron a participar, y lo que hicimos también fue buscar cuáles eran los actores, qué era lo que sucedía  y qué significaba más allá de la producción o la impresión de libros qué significaban las letras en cada uno de nosotros.

Entonces, le dimos mayor dimensión, se acercaron más participantes; por ejemplo, las editoriales independientes tomaron su parte en la feria, y se convirtió en una fiesta, porque la cultura se tiene que celebrar y todo esto se trata de un festejo, y un festejo de ninguna manera nos va a llevar a algo que no tenga que ver con un buen camino, que no tenga que ver con un desarrollo, porque uno si disfruta cuando aprende, aprende mejor.

La actual directora del Teatro Nacional reflotó en su momento una Feria del Libro que no pasaba por su mejor momento.

Hasta llegar a este año con ‘Centroamérica Cuenta’ (el certamen de letras más importante de la región, y una de las grandes citas culturales de América Latina), por las tristes condiciones que vive ahora Nicaragua, que también es una aldabonazo importante para la Feria del Libro…

Eso fue un privilegio absoluto. Tener ‘Centroamérica Cuenta’, en esas circunstancias que son muy lamentables para Nicaragua, pero que se pudo recuperar ese proyecto, que ha sido un esfuerzo gigante de los nicaragüenses por consolidarlo. Y nosotros desde Costa Rica, poder traerlo y abrazarlo, y darle la dimensión. Creo que fue un intercambio muy generoso de ellos con ese programa, y nosotros aprendiendo a internacionalizar más la feria. Fue una de las experiencias más afortunadas, ya ver en la Feria con temas discursivos que trascienden un poquito más la producción literaria y se incorporan al acontecer nacional. Creo que son temas de discusión que se deben de albergar en festividades como esta.

Y también ha trabajado codo con codo con un icono como Hernán Casciari (fundador de revista Orsai, entre otros proyectos periodísticos y literarios) en Orsai. ¿Cuáles fueron tus sensaciones de trabajar con un tipo tan interesante como Casciari?

Con Casciari empezamos a trabajar y el primer intercambio fue una pizza cuatro quesos. Ese fue el primer pago recibido con la editorial Orsai.

Yo estaba trabajando en La Nación, estaba a punto de salir, y él estaba iniciando Orsai y necesitaban una editora que de alguna manera les ayudara a ‘desargentinizar’ un poco el concepto de Orsai, que era bastante internacional.

Entonces, yo entré, vi el fenómeno y le escribí a Casciari. Le dije: «Me parece maravilloso lo que están haciendo». Me respondió y me dijo : «Qué bueno que me escribiste. Me encantaría saber qué plantearías para internacionalización».

Nos intercambiamos unos mensajes, algunas ideas, y entonces me dijo: «El cierre editorial es en octubre aquí en Barcelona -era septiembre-. Aquí vamos a estar, vení. No tengo presupuesto para pagarte, pero tenemos pizza».

Habían llevado un horno de pizza desde Argentina (ríe). Y dije, ok, una cuatro quesos a cambio de cuatro días editando la segunda Orsai, en Barcelona.

Y desde ahí, con una cercanía enorme y un respeto. Para mí, su trabajo es muy importante para reforzar la forma en que las letras trascienden la escritura. Están más allá de la escritura, al punto que Casciari ahora mismo está leyendo sus cuentos en la televisión. Ese juego con los formatos es algo que me parece muy interesante y que se puede aplicar perfectamente a espacios como tan consolidados como el teatro. De repente, hacer estos intercambios que incorporan los nuevos discursos con los discursos tradicionales, no pueden ocurrir en otros espacios que no sean tal cual este espacio es. Esas mezclas, esas voces, tienen que suceder en espacios legitimados. Y no por lo legítimo, si no por la disrupción que se provoca.

Fue directora de revistas de Grupo Nación, en dos etapas. Hoy vemos que el mundo ha arrasado prácticamente con el papel. ¿Ve cosas interesantes en el digital tico? ¿Le augura algún futuro al papel?

Creo que el papel siempre va a tener su lugar. Igual que en muchas ocasiones han dicho: «Va a desaparecer la radio», y de repente aparece el formato en podcast, y tiene una repercusión enorme. Lo que no podemos pensar es que las cosas siempre van a ser iguales. Lo que cambia es la forma en que nosotros usamos los medios. No es que el papel igual no va a desaparecer, pero sí el uso y el papel que va a tener va a ser diferente.

No todo lo que producimos tiene que ir a papel, y creo que el mérito es que va a levantar su calidad. Lo que va al papel es porque es realmente bueno, y lo demás se puede mantener como en la nube. Todo puede ocurrir en la nube, pero en algún momento hay que hacer un statement, hay que escribirlo, hay que dejarlo registrado para la historia.

¿Los grandes grupos de comunicación se han quedado atrás?

Creo que los grandes grupos nunca han dependido tanto de los pequeños como ahora. Porque por grandes son lentos. No se puede mover una maquinaria tan grande como el medio de comunicación tradicional, pero para que se muevan necesitan que todas estas voces pequeñitas, que son de emprendimientos mipymes, o aún más pequeños, emprendimientos de una sola persona a veces, que usa la cámara, que habla, que entrevista… Son los que provocan la disrupción, y esa generación de pertinencia de los medios y su participación con las sociedades es la que, bien o mal, va a mostrar el camino que tienen que seguir los grupos grandes.

Ya no tenemos grupos grandes. Ya no son tan grandes. Grandes lo eran hace cinco años, pero creo que las empresas de comunicación más consolidadas, más grandes, van a existir en el tanto tengan una serie de operaciones satelitales de estos pequeños comunicadores con esfuerzos pequeños.

Creo que sí hay futuro, pero lo que no hay es tanta fortuna.

¿Cómo ve el digital tico a día de hoy? ¿Un espacio interesante?

Tal vez lo voy a extrapolar un poco, porque lo que a mí me parece que está sucediendo en el audiovisual desde el punto de vista artístico, los cortometrajes, el cine, es muy importante.

Creo que sí hay bastante camino, creo que podemos fortalecer y competir en mercados internacionales con calidad: calidad discursiva, técnica, tenemos escuelas muy buenas; está el Parque de la Libertad formando gente de zonas vulnerables con una alta calidad tecnológica, ellos están trabajando temas que tienen que ver desde la programación digital, el video juego, toda la esfera del gaming… Y esa formación, esa inversión que se hizo en educación para esos sectores son los que van a subir el audiovisual que conceptualizamos ahora mismo.

Entonces, tal vez me voy muy lejos de la información, pero es que todo está muy vinculado. Ese desarrollo nos va a dar una ventaja.

¿Cuáles cree que han sido sus principales logros hasta el momento? ¿Y obstáculos?

Creo que uno de los grandes logros es haber organizado una estructura familiar muy sólida. En mi casa llegamos a un acuerdo con mis dos hijos y mi esposo de que todos íbamos a hacer lo que queríamos hacer. Y hay un poquito de parte mía tal vez de procurar que uno en la vida tiene que hacer lo que le dé la gana. Así, tal cual.

Cuando ellos me dicen: «Cuando sea grande quiero ser físico nuclear». Y yo, ok: «Para cuando seas grande falta mucho tiempo». ¿Qué vas a hacer ya? Cuál es tu meta ahorita y hacela. Y si es igual ser físico nuclear, pues entonces trata de serlo ya mismo. ¿Cómo se comportaría un físico nuclear de cinco años?

Y así ha sido el comportamiento. ¿Alguien quiere hacer algo? Yo quise hacer un MBA que me implicaba viajar. Hicimos una reunión familiar con mesa directiva, sala de juntas en el que planteamos qué iba a hacer cada uno ese año.

¿Este es el momento? Sí, lo es. Creo que uno de mis mayores orgullos es poder organizar que a la medida de lo posible nadie ha tenido que hacer un sacrificio doloroso para que los demás estén contentos. Entonces, yo no tengo que reclamarle el no haber hecho algo a otra persona, ni ellos tienen ese cargo para decir «No, qué lástima, yo no pude realizar mi sueño por que vos estabas ausente», o lo que sea. Ese es mi mayor orgullo

¿Y las grandes aspiraciones de cara al futuro?

Bueno. Yo creo que la responsabilidad que siento con el teatro en este momento, y con el sector cultura es suficientemente poderosa y va a mantenerme muy ocupada durante algunos años. Y yo quisiera, porque yo solo voy a estar un periodo, hasta el cambio de Gobierno, entonces al 2022, haber estructurado que la persona que reciba el teatro pueda continuar con el proyecto; y que, especialmente, los funcionarios (que son únicos aquí, hay oficios que solo existen en el teatro), que estos oficios del charolador, del tramoyista, iluminador, acomodador… se fortalezcan, se protejan y sepan cumplir 100 años más.

Cambio de tercio ¿Cómo recuerda su infancia?

Me acuerdo, y a veces me pasa, que los recuerdos se parecen a las fotos antiguas, entonces nunca sé si lo que estoy pensando es porque lo vi en una foto; pero yo me recuerdo en un sofá con un libro de cuentos, dormida con el libro de cuentos encima. Esa es como parte de la aventura de mi infancia. Me leían mucho, porque pedía que me leyeran, leía mucho, pero nunca pensando en escribir, si no en tratar de vivir otras aventuras que no podía vivir yo misma en mi vida tradicional de una estudiante que tenía que subirse en la mañana a un bus, viajar hasta el conservatorio del Castella, que estaba en Heredia, pasar en el conservatorio todo el día y regresar muy tarde. Entonces, yo siempre pensaba qué me estaba perdiendo, la lectura era para conocer qué me perdía mientras tenía que venir todos los días a la escuela.

Un sofá y un libro de cuentos es todo lo que Karina necesitaba de niña para vivir otras vidas.

¿Cuáles son las principales figuras en las que se fijó en su infancia y juventud?

Mi mamá se divorció hace muchísimos años, cuando yo nací ya estaba divorciada. A mí me educó mi padre de crianza, que es el segundo esposo de mi mamá. Y su familia era china, con una tradición muy fuerte china, al punto en que yo toda una vida pensé que era china; hasta la fecha tengo la confusión. Él era dentista y casi que me sacó de las letras para estudiar odontología, que lo intenté pero no lo logré, me di cuenta que lo podía admirar sin tener que hacer lo mismo que él hacía.

Esa es tal vez una de las figuras más fuertes de mi vida, porque me enseñó a entender que el cariño no pasa por la biología, que los afectos que un buen papá vale muchísimo y que era un momento para revalorizar eso.

Mi madre es fantástica, es una mujer a la que no puedo alcanzar, es alguien que disfruta todos los días.

Y mi padre era importantísimo porque estaba el cruce de la idea del abandono. Yo no tuve relación con mi papá biológico, cuando se quiso acercar ya había pasado mucho tiempo, entonces no pudimos establecer una amistad. No solo la figura que más respeto y más memorable es mi papá, que murió hace dos años, si no también es la figura del padre. Tengo un aprecio muy grande por la figura, el papel masculino de la formación de una familia.

¿Principales apoyos profesionales para llegar a lo que es hoy?

Tengo grandes amigos, de toda la vida, que me han acompañado. Tengo un gran amigo que conocí en La Nación, Íñigo Lejarza, con quien hicimos un lazo enorme de visión; coincidimos muchísimo en la visión en dos áreas totalmente diferentes y es, además de muchos otros, de mis mentores, y a quien recurro muchas veces cuando tengo que tomar decisiones grandes. 

Soy bastante familiar, pero más allá de ellos sí tengo grandes mentores y amigos muy entrañables.

¿Qué momentos considera claves de seguir la senda que escogió, y para convertirse en lo que hoy es?

Es que yo creo que no escogí una carrera. Creo que ni siquiera la tengo. Cuando me preguntan a veces, hasta se me olvida qué relación tiene lo que estudié con lo que estoy haciendo. 

Nunca ha tenido realmente un vínculo. Yo estudié letras, un poco de diseño gráfico, comunicación, luego hice un MBA de negocios; probablemente estén vinculados si uno los pone en un mapa, pero yo, realmente, lo que hago no necesariamente tiene que ver con lo que estudié. Lo que pasa es que son herramientas que me sirven para darle un valor mayor a las cosas que hago. Pero no pensé primero la carrera y después los estudios, iba estudiando lo que me iba gustando.

¿Y los momentos más difíciles a lo largo de esta travesía profesional?

Hay momentos de pérdida emocionales muy grandes. El momento de la pérdida de mi papá, o decepciones muy grandes que es cuando he renunciado a lugares que me gustan porque necesito hacer otras cosas.

Y han sido renuncias, por ejemplo con el Grupo Nación tenía que ver con una catapulta para experimentar en otros discursos y con otros tipos de encargo, y luego consideré pertinente volver cuando me llamaron, con la idea de hacer otras cosas, restablecer eso, abrir otros canales y decidir de nuevo salir. Yo no tengo miedo a renunciar a las cosas, siempre y cuando sea para mejorar. No creo que las cosas son para siempre, en el sentido de que no se tiene que quedar en el mismo lugar; lo que uno no puede cambiar es la visión. Más allá del lugar mi visión en relación con los medios, con la cultura, con el arte, nunca ha cambiado. Solo cambia el formato. Las cosas siempre van a estar, solo que uno las va a ejecutar con los mejores formatos disponibles

«Cuando una es mujer, de alguna manera hay topes, incluso en instituciones, tanto sector privado como público. Uno sabe que podría haber un techo, y ese techo está definido no por el talento, si no por el género».


Sobre mujer y empoderamiento

Ha tenido una carrera exitosa. ¿Alguna vez se ha sentido en desventaja por el simple hecho de ser mujer?

Sí, muchas veces. Muchas veces a uno se le olvida en una discusión el tema de género, porque estás enfocado en argumentar y de repente, al momento, te recuerdan que tal vez estás ocupando un lugar que no te corresponde. Hay muchos recuerdos en el día a día de cuándo está traspasando una zona en la que no debería de estar.

Para el momento en que hicimos la transformación de la Feria del Libro, yo iba por ejemplo a discusiones muy fuertes con las diferentes partes, y de repente había una cuestión como de poder, que es el recordatorio. Una dice ‘Uy, sí. Me estoy metiendo en un espacio en el que tengo que ser más cauta’.

Yo siempre he sido de negociación, entonces nunca voy por la fuerza si no es necesario, creo que se puede conversar absolutamente todo. Pero sí he tenido situaciones, de repente en juntas directivas que he participado, de repente en momentos de definición en los que mi argumento no era suficiente no por una cuestión de fondo, si no por una cuestión de forma.

Cuando una es mujer, de alguna manera hay topes, incluso en instituciones, tanto sector privado como público. Uno sabe que podría haber un techo, y ese techo está definido no por el talento, sino por el género.

¿En qué momento de la historia se encuentran las mujeres en Costa Rica?

Agradezco mucho que dijeras Costa Rica, porque soy muy centroamericanista. Quisiera que todas estuviéramos en el mismo momento histórico, sin embargo no estamos todas iguales. 

Costa Rica, particularmente, está en un momento que por regulación, porque tuvo que ser por temas de ley, tiene una serie de accesos mayores, con un desafío muy grande, que lo vivimos todas las mujeres en Costa Rica y en Centroamérica, y es que cada vez somos más.

Esta fuerza laboral no podría, y hay una cuestión de lo insostenible que era el machismo. No por una cuestión solo de lucha de género, sino por incorporación a la fuerza laboral. Somos demasiadas, no se sostiene la operación mundial si no se incorpora seriamente a las mujeres en el trabajo.

Está esa carga, pero el desafío mayor es la preparación que tengamos. Sí necesitamos tener mujeres con acceso a profesiones todavía más diversas. Nosotras, de algún modo, ocupábamos muchísimo las profesiones de carácter más social, las ciencias un poco, pero no las exactas… Tenemos un vacío de ingenieras, de mujeres en medicina, físicas, que tenemos que fortalecer, no solo por los derechos de las mujeres, si no por la sostenibilidad mundial. No todas podemos irnos por una rama.

Reto grande, no solo el acceso, si no cómo vamos a hacerlo. Antes era muy seguro que de repente podíamos desarrollarnos en áreas más creativas, derecho, medicina en algunas especialidades… Pero ahora tenemos que estar en todas por igual, por una cuestión más demográfica que otra cosa.

Pero eso empieza desde la casa.

Eso empieza desde la casa, y el no tener miedo, no pensar que hay un espacio al que uno no tiene acceso. Ese miedo a las matemáticas es una cuestión ideológica histórica, que era como un programa ideológico. ‘A mí póngame a escribir’… Y era una cuestión de acceso, cuando no hay ninguna diferencia. Cuando hay la misma sintaxis, o la misma estructura compleja en las letras, que en la matemática, que en la lógica.

¿Qué rol deben jugar los medios de comunicación en este sentido?

Creo que los medios de comunicación, tal cual se están construyendo ahora, no el formato tradicional, es fundamental en el sentido de que sí tendrían que contar no la guerra de los géneros, no el avance de las mujeres por una cuestión aplauso a las que ahora están trabajando en esto. No es un aplauso, ni una palmadita en el brazo, tienen que ser programas en los que ese acceso de las mujeres sea más invisible. Es decir, no deberíamos de estar aplaudiendo: mujeres en la ciencia. Debería ser algo totalmente natural, que no nos sorprenda. Esa visión creo que le corresponde a los medios, y les corresponde bajarla, porque ya hasta se ha ido lesionando la masculinidad en los hombres. El exceso de cobertura de solo la mujer. Nosotras con luchas en feminismo venimos desde hace décadas, el discurso de ahora debería de ser más bien qué tanta razón había de haber incorporado a las mujeres, habría que probar el impacto que tenemos sobre los índices mundiales, y no promoviendo la desproporción, porque promover el acceso a mujeres es promover el que no entren tanto los hombres, cuando en realidad necesitamos a todos. Debería ser más invisible, no deberíamos estar en luchas de género ya.

¿Y la responsabilidad de los gobiernos?

Esa es todavía más fuerte que la de los medios. Porque especialmente son cuotas de acceso. En algún momento nosotras como mujeres decíamos: ‘No queremos que nos obliguen a ocupar un porcentaje de los puestos, queremos merecerlo’. El problema es que sí tiene que haber un acompañamiento legal, porque si no, no se dan los cambios. Sí se necesitan más regulaciones.

El que tiene el poder se resiste a cederlo…

Por supuesto. Y el poder al resistirse, lo que hace es vulnerabilizar los futuros de todos nosotros. Porque entonces ¿Cómo se va a componer la fuerza laboral que nos va a llevar a los centenarios que queremos cumplir?

¿Alguna cosa de la que se arrepienta? ¿O no es de arrepentirte?

(ríe) Es que tengo muy mala memoria. De repente, me puedo arrepentir de momentos, de esa cuestión adrenalítica de ‘¿Por qué hice esto?’, pero se me pasa muy rápido. Quizá, de las cosas que me podría arrepentir es no haber iniciado mi carrera en la cultura más temprano. Siempre estuve muy cerca, y estaba muy fortalecida en los medios, entonces mi cercanía con cultura iba y venía. Tal vez debí creérmelo más e iniciar más temprano.