Apenas había cumplido 11 años cuando Margarita se enamoró de la danza clásica. Sus papás la llevaron al Teatro Nacional a ver una revista infantil que le cambió la vida y el arte futuro del país. En ese preciso momento decidió que se dedicaría al baile.

Nada más salir, decidió consagrar su vida a la danza. Estudió ballet con las profesoras Gladys Pontón y Aida Kogan y después se fue a EE UU, a Nueva York, para seguir aprendiendo con Martha Graham y más tarde fue a estudiar a la Escuela de Ballet Vilzak-Shollar, en la Escuela Dramática de la Universidad de Columbia y en la Escuela de Diseño Traphegan. 

Al regresar a Costa Rica fundó el Ballet Tico, en 1940, donde implementó las nuevas técnicas e ideas que trajo. Introdujo nuevas corrientes y se le considera la pionera de la danza neoclásica. Para ella, el baile era pintura en movimiento.

Ese mismo año presentó su coreografía ‘Amores y Amoríos’ con un pequeño grupo de niñas. Apenas un año después ya tenía 82 alumnas. El dinero recaudado en las presentaciones no se lo quedó ella, sino que lo donó a huérfanos, a través de la Cruz Roja. En 1941 estrenó ‘Arcilla Humana’; en 1942 llegó su tercera obra, el ballet lírico ‘Romance’ y la cuarta fue ‘Destino’ (considerada su obra estrella), estrenada en 1943.

En su corta carrera, contribuyó al desarrollo y promoción de la danza en el país. Margarita murió muy joven, con apenas 24 años, pero le dio tiempo de transformar este arte en Costa Rica. Tal fue su importancia que, en 1979, la Universidad Nacional (UNA) fundó el proyecto Margarita Esquivel, una extensión de la Escuela de Danza, que lleva su enseñanza a niñas desde muy chicas (hasta adultos), por todo el país.

Ilustraciones: Noelia Audisio. Visita su Instagram