Margarita Segreda dejó una huella imborrable. Fue pionera en la participación femenina en el baloncesto. Pese a la oposición de su familia, se dedicó al deporte de la canasta, donde destacó desde muy joven.

No era el único deporte que se le daría bien. Era muy buena en salto alto y largo, además de formarse en natación y ejercicios en barras. En la Escuela Alemana, con apenas cuatro años, nadaba en la piscina olímpica de ida y vuelta. Toda esta formación deportiva sería fundamental para su disciplina y posterior éxito.

Desde muy niña formó parte del Club Sport La Libertad. Había empezado con el balón naranja en el Colegio Superior de Señoritas, donde estudiaba. Margarita se convirtió en la máxima anotadora nacional. Su época está considerada como la edad dorada del baloncesto femenino tico.

Con apenas 15 años viajaba a Panamá, donde destacaría sobre todas sus rivales y compañeras. El equipo giró por diversos países centroamericanos y en Honduras recibió la medalla de oro «Premio a la Nobleza Deportiva», la primera persona en tenerla, así de querida era.

En 1974 sería la segunda mujer en entrar al Salón de la Fama de la Galería del Deporte Costarricense, tras su compañera de equipo, Avis McLean, quien lo hizo en 1970.

Después de terminar secundaria, Margarita estudió Secretariado Comercial en la Universidad de Minnesota (EE UU), donde se casó. Después pasó un tiempo en Panamá y al volver a Costa Rica se dedicó a la enseñanza. En 1974 fundó la Escuela de Secretariado Profesional en la Universidad Nacional, de la que fue directora durante nueve años.

En 2021, la Asamblea Legislativa la nombró Benemérita de la Patria, por su aporte al deporte costarricense y los valores de juego limpio que siempre defendió.