Vicenta González nació en 1948 en Rivas (Nicaragua), pero con apenas 16 años cruzó el río San Juan hacia Costa Rica y se estableció en Upala. Llegó aquí por curiosidad, por saber qué era lo que había al otro lado de la orilla y se quedó al ver las necesidades de las personas. Lleva en el país casi sesenta años y se ha convertido en una costarricense desprendida, solidaria, preocupada por su pueblo. Ya de niña, en Nicaragua, su mamá le regañaba porque se llevaba comida de su casa, a escondidas, para vecinos enfermos.

Desde muy pequeña destacó por su espíritu de ayuda hacia los demás. Por eso, nada más llegar a Costa Rica, se convirtió en partera -hasta la llegada de la Caja  Costarricense del Seguro Social a esa zona, en los años 70-, ayudando a nacer a 313 bebés.

En su finca tiene una plantación de cacao, que se ha convertido en la base principal del sustento de las mujeres de la comunidad, que se organizaron en  torno a AMECUP (Asociación de Mujeres Emprendedoras de la Comunidad de Upala), una cooperativa cuyo producto estrella es el cacao, con el que realizan diversos productos procesados tanto de comida, como de belleza. Con esta labor, muchas mujeres de Upala han podido salir adelante.

Siempre ha trabajado, en especial, ayudando a mujeres maltratadas y a refugiados que cruzan la frontera; pero también a adultos mayores y adolescentes. Merced a todo este trabajo en pro de los demás, doña Vicenta recibió en 2022 el premio Nansen de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) -para el continente americano-, una distinción que se otorga desde 1954. Para hacerse una idea de la magnitud del Nansen, la ganadora global de 2022 fue la excanciller alemana, Angela Merkel. 

¿Que supone para usted haber recibido el premio el premio Nansen? 

Fue algo maravilloso, sorprendente, porque no me lo esperé nunca. Soy una persona muy humilde, muy del campo y nunca esperé un premio así o que alguien me dijera: “tenés un premio”, toda la vida es mi trabajo. Lo he dado sin esperar nada. Llevo más de 50 años en que yo trabajo en solidaridad con todos los que puedo, sean nacionales o sean del país que vengan. de la raza que sean, siempre estoy allí para ayudar cuando está a mi alcance.

Con este premio Nansen sentí que abrimos muchas puertas, porque todo mundo nos vuelve a ver y nos dicen: “¿Pero qué están haciendo? Qué bonito, qué bien”, y uno se siente maravillado con tantas cosas, 

No lo esperábamos claro porque es un reconocimiento a mi persona, lo es también a toda la Asociación (AMECUP, la Asociación de Mujeres Emprendedoras de la Comunidad de Upala), porque yo no hablo de mí, si no del grupo de mujeres que estamos aquí siempre luchando. Ellas me apoyan mucho en todo lo que yo hago: Tengo una finquita y en esa finca yo doné un lote para hacer la asociación. Aquí tenemos para que trabajen las mujeres y que no digan: “bueno, no podemos trabajar”, solamente estamos esperando terminar hacer toda la estructura para que toda la que quiera entrar. 

Más de medio siglo en esto. ¿Cuándo y cómo comenzó su labor de ayuda a los refugiados?

No solo a los refugiados. El grupo que de mujeres que tenemos son binacionales, del lugar que vengan, pues nosotros estamos aquí, siempre atentos a ver cuál es la necesidad de la persona, no por política ni por nada, sino este ver la necesidad que tienen.

Este premio fue algo muy maravilloso porque tenemos como una oportunidad de brindar un poquito de trabajo a las personas, de saber que ellas van a tener una fuente de trabajo, que es lo que necesitamos.

Hace 50 años yo nací con esta idea de que yo era partera en la comunidad. Miré las necesidades de todas las mujeres y me dolía ver lo que estaban sufriendo, Yo quería ayudar, pero no podía, ni las comodidades ni el lugar ni nada se prestaba. Acá donde yo vivo hoy no había calle, no había carreteras. No había luz, no había agua, no había nada.

Eso me llamó la atención a querer ayudar a los demás. Cuando vine de Nicaragua y cuando miré las necesidades en la comunidad. Entré muy jovencita, pero desde ese entonces me llamó la atención ayudar a las personas y cuando empecé a ser partera en la comunidad -porque vi la necesidad de las mujeres-, dije un día: “Yo voy a tener aunque sea una casita para tener estas mujeres ahí como un centro de apoyo que vayan a parir y que estén aquí tranquilas”. El sueño nunca se me hizo realidad. 

Yo siempre seguí luchando y ya cuando entró la Caja del Seguro Social, me apoyó mucho para que yo siguiera viendo los partos en las comunidades. También colaboré mucho con la Cruz Roja, con los comités de emergencia, porque se vivían muchas emergencias en la comunidad y todo eso me ha traído a lo largo del tiempo seguir ayudando a las personas.

¿Cuántos bebés ayudó a traer al mundo?

313 bebés, cuando no había nada aquí. Después ya iban todas para el seguro, allá por los años 70, cuando ya la CCSS los pedía y había que mandarlos, entonces una lo refería para la caja. Pero cuando no hubo nada aquí aquí solamente parteras y en qué año fue lo del Seguro Social hasta que usted estuvo ayudando con eso, pues eso fue como en el 70.

¿Qué más hacen en AMECUP?

Queremos que ellas conozcan sus derechos y aprendan a hacer muchas cosas. Ahora ya tenemos muchas mujeres, que ya hacen sus propios trabajos. Las preparamos y ya ellas se están tirando a hacer sus propios negocios, unas hacen vinos, otras jabones, otras labiales… 

El asunto es que todos todas están aprendiendo a tener sus propios ingresos y eso es lo que nosotras queremos, que todas las que entren a la Asociación aprendan a conocer sus derechos, a defenderse y también que aprendan a trabajar para tener sus propios ingresos. No queremos ser problemas para Costa Rica, sino soluciones para Costa Rica. Que haya una fuente de trabajo y que no se diga: “Hay mucha pobreza porque aquí no se trabaja”. Tenemos que hacer el esfuerzo nosotros para trabajar, porque no esperemos que los gobiernos nos vayan a estar manteniendo.

¿Les ha ayudado en algo recibir este premio?

A pesar de mis 75 años que yo tengo esto para mí fue maravilloso. No tengo palabras para decirlo, porque a raíz del mismo han llegado más ayudas. Hay gente que se ha interesado más, el gobierno, las instituciones. Antes solo las universidades nos apoyaban mucho, pero ahora sí ya tenemos otras instituciones que nos están apoyando, ya nos están visitando más.

Nos tenían minimizados ahí un poco, tal vez era que o no sabían o es que nos estaban apartando un poco porque éramos solo mujeres.

Lo que queremos es que vean que las mujeres sí podemos hacer muchas cosas que tal vez a veces algunas personas creen que no podemos; pero sí, aquí estamos tratando de luchar lo más que podamos para avanzar con todo el proyecto que tenemos.

Todo esto ha nacido a raíz del cacao, al que hemos dado todo el valor agregado que tiene.

¿Qué han hecho alrededor del cacao para darle todo este valor agregado?

Muchas cosas. Hacemos desde el chocolate, el cacao en polvo, té de cacao, crema de cacao, serum de cacao, los liftings,  los jabones, licores de cacao… Hay muchas cosas y por el momento ahorita estamos haciendo una práctica para hacer del cacao un concentrado para pollos: la placenta del cacao se seca y luego lo molemos con maíz amarillo, se le echan las vitaminas al maíz y la placenta del cacao. Se le da a los pollos, que tienen una buena vitamina y así no vamos a comprar concentrados.

¿Costa Rica es un país racista, es un país xenófobo o es un país que ayuda es un país que ayuda? 

Puedo decir que toda la vida he sentido que Costa Rica ha sido un país que ayuda. Bueno, con el nuevo gobierno que tenemos no sabría cómo contestarle, pero los gobiernos anteriores sí han sido muy humanitarios. Este también, pero pone muchas leyes. Como a todo gobierno, uno tiene que respetarlo, pero este vemos que las situaciones están bastante críticas.

Pero siempre hay mucho apoyo de la gente mucho apoyo, ellos nunca ningún gobierno. Como en todo lado, hay personas racistas, pero la mayoría apoyan a los inmigrantes.

También  trabaja para ayudar a niños y adultos mayores…

Yo tengo una población de adultos mayores que sí a veces tengo que ayudar. Todo el mundo viene y me dicen que tengo que ir a ayudarles en algo;  si se murió alguien, tengo que correr para ir a ver quiénes va a dar o dónde vamos a solucionar el problema, porque esta persona hay que enterrarla y no tienen para el ataúd y tengo que gestionarle todo eso. Me ayuda mucho la Municipalidad, el gobierno local y la población a veces también. Con los adultos mayores tengo que andar ahí buscando en qué qué institución me ayuda, aunque sea para los pañales o para un kit de comida o algo.

Y para la niñez, a veces hay que andar ahí en las instituciones viendo a ver cómo les van a dar una beca para la escuela, pero no es toda la vida. Sin embargo, con los adultos mayores, sí que y hay que andar viendo mucho, porque necesitan demasiado. A veces los deja la familia botados, no los quieren ver; o si hay familias que los están cuidando, no tienen la facilidades para sostener la alimentación de ellos, entonces ellos tienen que recurrir a ver quiénes puede ayudar y a mí es que vienen siempre a mi casa,

Yo no soy una mujer que sea preparada, soy una mujer que le gusta trabajar, me gusta colaborar y me gusta apoyar.

¿Por qué llegó a Costa Rica hace ya casi 60 años? ¿Qué le impulsó a venir?

Fue curiosidad por curiosidad. Costa Rica sí que lo conocía, pero por el lado de la frontera. Entré aquí por vía fluvial y me quedé. Me gustó el lugar, fui quedando porque miré la necesidad de las personas. Vine y me casé, me vine con mi esposo (costarricense) para acá muy joven, pero me llamó la atención ver la necesidad de las personas.

Desde muy joven me gustaba ver que las personas estuvieran bien. Eso me llamó la atención aquí y me fui quedando. Yo decía: “me voy a regresar a mi país, porque no me gusta aquí -en Upala-, no hay facilidades de vida, ni nada”. Pero es que la zona tenía muchos recursos, porque aquí el cacao era la moneda de oro y se levantaba cualquier cantidad de cacao, había mucha plata. Había mucha facilidades de moverse por medio del río ir a Nicaragua a comprar  todo lo que necesitaba y regresaba para acá, entonces sí me fue gustando el lugar.

¿Y siempre siempre ha estado en un Upala? 

Aquí toda la vida, no me gusta vivir en otro lugar. Puedo viajar, ir donde quiera, pero me gusta mi lugar. Voy a San José porque mis hijos (dos propios y cinco de crianza) viven en San José, a hacerles una visita o al médico. Pero regreso para mi casa, no me gusta vivir en San José. Aquí yo siento que tengo más libertad, siento una paz, una tranquilidad, uno duerme tranquilo. La bulla, los gritos, eso me estresa.