Por: Daniel Zueras
Desde muy pequeña, Rocío Mora se lanzó al agua -de la piscina, en primera instancia-, con apenas cuatro añitos. Hoy es una referente de la natación en aguas abiertas (nada en lagos y mares) a nivel mundial.
Aprendió a nadar en Turrialba, donde su papá ejercía como médico pediatra. Cuando Rocío tenía diez años, la familia volvió a San José y compitió en alto rendimiento hasta los 18, cuando entró en la Universidad a estudiar Arquitectura y decidió centrarse en los libros.
Estuvo una temporada practicando triatlón (que combina la natación, el ciclismo y la carrera a pie) pero el trabajo y la llegada de sus hijos hicieron que fuera dejando de lado el deporte de competición, aunque siempre trataba de pasarse por la piscina, que le sirve para relajarse.
Al poco de salir de la U, Rocío abrió su propia empresa de arquitectura, en la que continúa al frente, combinando su profesión con los grandes retos en aguas abiertas.
Una lesión en la espalda -que estuvo cerca de dejarla postrada en cama- le hizo retomar su pasión, la natación, cuando tenía 40 años. Pero tras mejorar de su dolencia, el reto de la piscina se le quedaba corto y le dijeron que probara en aguas abiertas. Así lo hizo y, desde entonces, no ha parado de nadar en distintos lagos y océanos.
Ahora es ultramaratonista en aguas abiertas, las carreras le pueden llevar de 10 a 12 horas, en aguas frías, con fuertes corrientes, con bancos de medusas… Su mayor logro hasta el momento ha sido el obtener la Triple Corona de Aguas Abiertas (los 20 puentes de Manhattan, de 46 km; Cruce del Canal de las Catalinas, en California, de 33 km; y el Canal de la Mancha, de 42 km), siendo la primera persona tica y número 268 en el mundo en conseguirlo. En 2021 fue la número 12 del ranking mundial en la categoría de ultramaratón.
¿Cómo comenzaste con la natación?
Empecé a nadar desde muy pequeña que mis papás me llevaron a clases de natación. Yo realmente la memoria que tengo de cuando aprendí a nadar es muy vaga. Fue como a los tres o cuatro años, no me acuerdo bien y ya iniciar más en serio como a los cinco o seis años.
Tuve una carrera de natación de alto rendimiento hasta mis 17 o 18 años, que fue cuando entré a la universidad y dejé de nadar de forma competitiva.
Luego siempre me he mantenido en contacto con el agua. Hice durante unos años un poquito de triatlón y entonces me mantenía también en el agua. Ya después me pasé a la vida seria, a trabajar, me casé…, cuesta un poco más.
Pero siempre, para mí, ir a la piscina a nadar ha sido mi válvula de escape. Una manera de descansar, una forma de mantenerme bien en general. Siempre me mantuve ahí con los embarazos, iba todos los días a nadar y ya después de que mis hijos nacieron, pues se me complicaba un poco más entre la casa, el trabajo, los bebés, era un poco más difícil; pero el fin de semana trataba un siempre de ir a nadar.
Volviste más en serio a la piscina por un problema de salud…
¿Cómo recuerdas esos inicios?
Mira, yo creo que nunca puedo desligar la natación de mi historia de vida, porque siempre he estado. Mi papá es médico y vivimos un tiempo en Turrialba, donde abrió el Servicio de Pediatría. Ahí fue donde empecé, donde aprendí a nadar. Carlos Loaiza fue la persona que me enseñó a ganar y que me entrenó en mis primeros años
Como a los nueve o diez años nos vinimos a vivir a San José, entré al Colegio María Auxiliadora, de donde conservo amigas entrañables.
Yo soy arquitecta. Los años de carrera fueron años muy pesados, porque es una carrera dura, de no dormir mucho. Siempre me mantenía haciendo ejercicio, pero era un poco menos.
Aproveché lo que papá y mamá me dieron en bandeja de plata, porque yo realmente nunca tuve problemas de que tenía que trabajar para poder estudiar. O sea, siempre siempre estudié de forma muy tranquila y siempre fui muy buena estudiante.
Creo que la disciplina que me dio que me dio la natación se ha reflejado en muchas partes de mi vida. Durante la Universidad entrenaba poco, me dedicaba mucho al estudio. Soy muy dedicada, entonces me gradué muy joven, a los 22 años. Entonces, empecé a trabajar muy joven también.
No lo cambio por nada, siempre me ha gustado retarme y luchar por las cosas que quiero. Eso es algo que también me ha dejado la natación.
Nosotros -con mi esposo- tenemos una empresa de consultoría y construcción, que me consume muchísimo tiempo y muchísimo esfuerzo pero vamos adelante. Ya tengo 22 años de estar al mando de la empresa. A estas alturas de la vida, una tiene cierta estabilidad y entonces también puedo dedicarle un poquito más a la natación, que es lo que yo digo que me mantiene cuerda cuando. Hay días que no he ido a nadar y mis hijos me dicen: “Ay, mamá, ya, vaya a nadar un ratito”.
Saqué una especialidad en Administración de Proyectos, ya estando con mis hijos, fue también una época bien dura entre el trabajo, el estudio y la familia.
¿Cómo te lanzaste al tema de las aguas abiertas?
¿Fue una experiencia gratificante?
¿Qué es la triple corona?
¿Cuál ha sido, de todas las carreras, de la que te sientes más orgullosa?
De tener la Triple Corona. Lo vi tan lejano, tan imposible para una costarricense llegar a hacer eso en algún momento, que me hace sentir muy orgullosa. Hay alrededor de 275 personas en el mundo que tenemos la Triple Corona, yo fui la número 268. Hay en el mundo solo menos de 300 personas que hemos hecho eso, entonces, me siento súper orgullosa.
Ha sido un proceso largo, muy bonito. Hemos ido creciendo mucho y hemos tenido que superar cosas que no parecían posibles.
En el Catalina Chanel depende de la época en que se nada el agua es muy fría, mucho más fría que en Costa Rica y el English Channel también. Si yo quería ir más allá tenía que prepararme en el frío. Entonces, decidí hacer los cuatro lagos en Arizona en abril, como preparación también para el Catalina Channel
Estaba programado para 2020, antes de que todo se cerrara por la pandemia. Nos fuimos con Caro, mi amiga, a Tampa por una semana a entrenar en agua fría. El ambiente estaba frío, a 10-11 grados centígrados, y el agua a 16-17
Cómo la sufrimos. Cuando llegué a Costa Rica le dije a mi esposo y a Kurt, mi entrenador, que no iba a lograr aguantar eso en agua fría, yendo una semana cada tres o cuatro meses. Para aclimatarme al frío necesitaba meterme en ese frío todos los días o, por lo menos, tres o cuatro veces por semana.
Entonces, me fui con mi esposo por toda Costa Rica a buscar una laguna, lago o río, algo donde pudiéramos nadar y exponernos al frío y no encontramos nada que nos preparara para eso
Entonces, ahí empezó otra vez la arquitecta, a pensar en qué podíamos hacer. Me hice una piscinita (a finales de 2020) en el patio de mi casa, de 2,5×5 metros. Le pusimos un motor de nado contracorriente y en vez de una bomba de calor, le puse una bomba de frío que me conseguí
¿Alguien más en la casa usa esa piscina?
No, nadie se mete en esa piscina más que yo, cuando la mantenemos fría. Cuando estoy en ese proceso, todas las noches me meto a la piscina. Entreno en la mañana en la piscina normal, temperada y riquísima; y 7:30-8 de la noche me meto en esa piscina fría por lo menos una hora, todos los días todos los días.
Empecé con 17-18 grados y la fui bajando y llegó el momento donde ya empezamos a hacer un poco de fondo en la piscina meterle una hora, dos horas, tres horas, para que el cuerpo vaya alargando su exposición al frío
En 2020 se canceló por la pandemia, hice la piscina y me preparé ahí para Arizona, para principios de 2021. Y Arizona me tocó frío, ha sido el año de todas las 15 o 16 ediciones que han hecho. El tercer día, que fue el día más largo y más frío, cuando yo me tiré al agua estaba en 12 grados… Es un evento lindísimo, en el que se comparte muchísimo con otro nadadores, porque son cuatro días. Conversan mucho y yo aprendí montones, hice amistades lindísimas.
Ahí conocí a una de las personas que más admiro en este mundo, Sara Thomas, que en este momento es la Ultra maratonista número uno en el mundo. No tanto por lo rápida, sino por los retos que ha enfrentado. Ella tiene el récord mundial de la nadada más larga, de resistencia de corrientes en un lago, ha nadado 104 millas de forma ininterrumpida, 67 oras sin salir del agua…, es algo fuera de este mundo.
Ella es un poco menor que yo y al verla pienso: “si ella puede hacer eso, porque no voy a poder hacer 40 o 40 y pico kilómetros”.
¿Cuál es tu próximo reto?
¿Cómo fondeas los costos? No es una actividad barata…
Casi todo son fondos propios. Yo estoy grande, tengo 49 años, una carrera consolidada y un nombre dentro de mi profesión y soy económicamente estable. No puedo decir que soy millonaria, porque no lo soy, pero vivo bien y básicamente soy muy ordenada
Dentro de mis presupuestos mensuales existe un apartado específico para ese tipo de cosas. Por eso es que hago una nadada al año, como mucho dos. Yo quisiera ir a cinco al año y aprovechar toda la preparación, pero no puedo económicamente.
Para hacer el English Channel tuve el apoyo de dos o tres personas cercanas que me ayudaron, digamos. Yo estaba preparada para hacerlo en 2023 (lo realizó en 2022). Tenía una nadada que lo que hice fue hacer un switch, la cambié. El viaje era más largo, más caro y todo, entonces mi papá me apoyó un poquito y un par de personas más me metieron el hombro económicamente.
¿Qué es lo que piensas cuando estás en medio de un mar, de un lago, en condiciones difíciles?
Pienso que ese es mi reto y que tengo que llegar. Yo trato siempre de todo lo que yo puedo manejar, todo lo que puedo controlar, tenerlo listo.
Mi esposo me dice: “Rocío, ¿cómo haces para meterte en esa agua tan fría?”. Ojalá de noche, pero es que cuando llego ya voy concentrada, no pienso si está haciendo frío o no, sé que voy, que me tengo que tirar al agua en 10 minutos. Y cuando empiezo a nadar, lo que hago es darle gracias a Dios por estar ahí. Voy realizada, feliz, porque ya la parte dura, la parte más complicada ya la hice, que es todo el proceso de preparación
Los entrenamientos son muy largo. Cuando estoy preparándome para una cosa de esas hago entrenamientos en piscina de 10-12 kilómetros una o dos veces por semana, aparte de los normales que son de 6-7 kilómetros. Ahí visualizo mucho, me imagino cómo ir a hacer cuando ya llegue al otro lado. Mientras voy nadando voy pensando en eso, siento que ya hasta lo viví porque ya lo he visualizado un montón de veces, entonces voy muy concentrada en lo que estoy. Voy agradeciendole a Dios y a mi cuerpo por dejarme estar ahí, porque es algo que realmente disfruto.
Si las cosas se ponen complicadas, pues no importa, le entramos. En San Francisco le dije a la capitana (del bote que le acompaña) que me daba susto que no me respondiera el cuerpo por el frío en exceso. Me da susto que mi cuerpo no me responda, por eso trato de prepararme lo mejor posible. Esa noche estaba tan fría, con el agua más fría de lo que había pensado que yo le dije a Silvia (la capitana): “No va a tener problema conmigo con corrientes, si se pone movido. Cuídenme del frío porque yo no me voy a salir”.
Eso es algo yo nunca en mi vida me ha pasado por la mente, salirme porque ya no aguanto más. Uno lleva un equipo de apoyo en el barco que te conoce. Yo generalmente llevo a mi esposo, a Carolina -que es mi compañera de natación, que conoce perfectamente por lo que estoy pasando- y a Kurt (Niehaus), que es mi entrenador. No hay tres personas que me conozcan más en el mundo. Mientras yo voy nadando, ellos saben si si estoy sufriendo, si no estoy sufriendo…, ellos saben exactamente cuándo exigirme y cuándo no. Si me dicen que me tengo que salir, probablemente yo me va a negar.
¿Cuál ha sido el momento más complicado?
Gracias a Dios no tengo ningún DNS (did not finish, abandono). Generalmente voy muy bien preparada, realmente disfruto la nadada.
Creo que te puedo dar dos momentos en el English Channel, un rato donde se estaba moviendo muchísimo, había unas olas muy grandes, no podía acomodar bien mi estilo y a pesar de que de que había tomado un medicamento para no marearme estaba mareada. Entonces tenía ganas de vomitar. Y no me sentí tan bien, pero fue un lapso, no fue tanto tiempo. Caro me hizo el cambio en la alimentación inmediatamente y ya,
Y después en el Angel Island, en la nadada de San Francisco, hasta que fue de noche entre la isla de Alcatraz y el Angel Island. Ese canal muy profundo en la bahía -de hecho, por ahí es donde pasan los buques grandotes hacia el puerto-. Cuando salía, que fue más o menos una hora y media después del inicio que arranca esa parte, se puso súper fría, como 11 grados bajos (no 11.8, sino 11.1). Y estaba muy frío afuera.
Yo en ese momento pensé que el cuerpo no me iba a aguantar este frío, pero una vez que llegué a Angel Island mejoró un poco la temperatura, subió como a 12, pero ya no está. Una vez que mejoró un poco, le di la vuelta a la isla y ya yo sabía que tenía que entrar otra vez a ese canal, entonces ya mentalmente me preparé para eso.
¿Qué consideras que enseña tu carrera a las niñas y jóvenes costarricenses?
Qué bonito poder decir que uno deja algo, un legado, para que la gente de alguna forma se inspire. Creo que hay que tener una pasión en la vida, algo que realmente te guste. En mi caso es la natación y todos estos retos.
Creo que no hay nada imposible. Ese es el legado que yo quisiera dejarle a las chicas y a las muchachas, si uno sueña con algo, lo puedes lograr. Existen el no quiero y el no quiero esforzarme lo suficiente; pero el no puedo, no existe. Una debe de trabajar por los sueños, no se construyen solos, hay que forjarlos en el día a día; en cualquier campo de tu vida, en el estudiantil, en el profesional, en el personal, en el deportivo…
Mis hijos me dicen: “Mamá, todo lo que te propones, lo logras”. Sí, pero ¿cuánto hay detrás de eso? Yo les digo: “No vean el día que yo llegué e hice las cosas”. Porque soy muy tenaz, también en la parte profesional, pero les digo que qué ha pasado de aquí para atrás, o sea, cuántas veces han visto ustedes a mamá, levantarse temprano e ir a entrenar, o acostarse tarde trabajando. Lucho por que un proyecto se haga realidad.
Ese tipo de cosas son las que yo quisiera que mis hijos aprendan, porque parte de esto es enseñar con el ejemplo. Yo nunca les digo: “Ustedes no pueden”, jamás va a salir eso de mi boca. El “no puedo” no existe, nunca es una razón.