Una niña costarricense tenía un sueño hace medio siglo: ir a la Luna. La ya mujer Sandra no llegó a pisar la Luna, pero sí obtuvo un cargo alto y destacado en la NASA, haciendo soñar a millares de niñas y diciéndoles a todas que “sí se puede”.

Por: Daniel Zueras

La pequeña Sandra tenía apenas siete años cuando vio a Neil Amstrong poner un pie en la Luna, el 20 de julio de 1969. Ese alunizaje cambió su vida para siempre. “No sabía qué era la NASA, pero yo quería ir a la Luna. Me pregunté: ¿Por qué yo no puedo ir también?”.

Sandra Cauffman no alunizó, pero sí que ha llegado muy cerca de las estrellas. El apoyo de su madre fue fundamental para tomar su camino estelar. Hace unos años ascendió a subdirectora adjunta de la División de Ciencias de la Tierra de la NASA, equivalente a un general de dos estrellas; y desde finales de 2021 es la directora adjunta de la División de Astrofísica.

“Cuando le dije a mi mamá que quería ir a la Luna ella me podía haber dicho: ‘Si estamos en Costa Rica, somos pobres, cómo se le ocurre, usted es mujer, cómo va a hacer esto’. Nunca me dijo que yo no podía. Me decía: ‘Póngaselo en la cabeza, estudie, esfuércese, prepárese y uno nunca sabe las vueltas que da el mundo’”.

Fue una trayectoria muy larga. Creció en su país, donde no pudo estudiar Ingeniería Eléctrica en la Universidad de Costa Rica (en aquel tiempo ninguna mujer cursaba la carrera). Tras siete semestres en Ingeniería Industrial de la UCR, decidió que se iría a Estados Unidos (con un inglés precario), para estudiar lo que ella deseaba y seguir su sueño.

En EE.UU. se graduó con dos bachilleratos, uno en Ingeniería Eléctrica y otro en Física Matemática. Cauffman trabajó por 25 años en el Centro de Vuelo Espacial Goodard, uno de los diez centros de la NASA en EE.UU.

Tras una larga carrera, en 2016 decidió que ya se sentía lista para ejercer cargos más altos, lo que le ha llevado hasta su trabajo actual.

Sandra Cauffman tiene los pies en la tierra, y la cabeza en las estrellas.
(Visita el Instagram de la autora)

¿Qué significa para una tica estar tan cerca de las estrellas?

Honestamente, cuando yo estoy ahí no lo pienso de esa manera. Es el trabajo que tengo, pero cuando lo pienso, digo: “¡Dios mío yo estoy aquí! Y cuando hay un gran descubrimiento, como el del sistema solar TRAPPIST, donde descubrimos siete nuevos planetas… Yo soy parte del grupo de líderes que deciden cuándo lo vamos a anunciar; y saber que vamos a anunciar algo tan emocionante, y que yo soy costarricense y salí de ese huequito… ¡Qué emoción!

Es en momentos así que es increíble ver toda la trayectoria que he tenido y poder llegar a trabajar con gente tan capaz y tan inteligente. Día con día, hago mi trabajo.

¿Soñó alguna vez con volar tan alto?

Desde que tenía siete años quería ir a la luna. No sabía qué era la NASA, pero yo quería ir a la luna. Cuando me di cuenta que Neil Armstrong había ido a la luna, yo me pregunté: ¿Por qué yo no puedo ir también?

¿Cómo llegó a la NASA?

Fue una trayectoria muy larga. Crecí en Costa Rica, y a los siete años vi a Neil Armstrong llegar a la luna

Mami era una mamá soltera que trabajaba muy duro para poner un techo sobre nuestras cabezas y darnos de comer. Yo estudié muy duro y empecé a trabajar cuando tenía 13 años para ayudarle a mi mamá. Cuando entré a la Universidad en Costa Rica no pude estudiar Ingeniería Eléctrica, que era lo que yo quería. Sí me dejaron estudiar Ingeniería Industrial, en la cual pasé 7 semestres.

Me fui para EEUU y allá cambié de carrera. Solo me reconocieron 31 créditos, tuve que empezar casi todo otra vez. Pero al final me gradué con dos bachilleratos: uno en Ingeniería Eléctrica y otro en Física Matemática. 

Al mes de graduarme fui a una entrevista y para mi suerte (que a veces hay suerte -hay que prepararse bien, para estar listo cuando surgen oportunidades-), ya estaba preparada. La oportunidad se presentó y me dieron un trabajo como contratista para la NASA, empezando el 1 de Febrero de 1988.

No podía ser empleada de la NASA en ese entonces porque todavía yo no era ciudadana estadounidense. La NASA es una agencia federal de los Estados Unidos y todos los empleados directos tienen que ser ciudadanos. Conseguí la ciudadanía, apliqué y para mi sorpresa (otra vez estaba preparada) y me dieron el trabajo. Lo acepté y empecé el 11 de febrero de 1991.

Trabajé 28 años para el centro Goddard (Maryland), uno de los diez centros de la NASA en Estados Unidos. La gente que no está familiarizada con la NASA siempre me pregunta que si soy de Houston y que si soy astronauta. No soy y nunca fui astronauta. Tengo los pies muy bien puestos en la tierra. Pero el centro Goddard es el más grande, y se dedica a misiones completas no tripuladas. Yo me he dedicado a construir instrumentación, satélites y lanzar misiones no tripuladas.  En mayo de 2016 me escogieron para ejercer un cargo más alto. Fue un proceso muy competitivo, que duró casi seis meses desde que apliqué, hasta que fui seleccionada. En Diciembre del 2015 apliqué para una posición de Senior Executive Service (las posiciones que están debajo de las posiciones de confianza del Gobierno, las más altas de la NASA) y para mi sorpresa fui elegida como la directora adjunta de la División de Ciencias Terrestres.  Mi jefe se pensiono en Febrero 2019 y ahora soy la directora interina de la División de Ciencias Terrestres de toda la NASA, en la sede de Washington DC.

No es sencillo para una mujer, y además latina acceder, a un cargo así. ¿Ha sentido alguna vez esas barreras en la NASA?

A veces esas barreras no son tan claras. Es más implícito. A veces los hombres no se dan cuenta que están haciendo o diciendo cosas. Hay que educarlos. A veces es buscar las oportunidades de mostrarles a los hombres que las mujeres también somos capaces y, a veces, más capaces.

En esta posición, soy la quinta mujer hispana que tiene una posición de Senior Executive Service (SES) en la NASA, equivalente a un rango de un general de dos estrellas en el Gobierno de EEUU (N. del E.: hay que notar que hay poco más de 150 posiciones de SES en la NASA, entre aproximadamente 60.000 empleados).

Desde principio de 2019, Sandra Cauffman es directora interina de la División de Ciencias Terrestres de toda la NASA, en la sede de Washington DC.
Foto: NASA/Joel Kowsky

Para Sandra Cauffman el significado de marciano es distinto que para el resto de los mortales ¿Cuál es?

(Ríe) La palabra marciano es la gente que estudia Marte. Cuando nosotros decimos que hay vida en otro planeta, que tal vez hay vida en Marte, yo no me imagino un ser humano con ojos y cabeza, no, tal vez me imagino vida microbiana; tal vez si hay, si encontramos vida, porque hemos descubierto que hay agua (no tanta como en la tierra), la atmósfera es como el 10 % de la de la Tierra. Pero si hay o hubo agua, puede que haya habido vida.

Aquí en la Tierra hay vida en lugares inesperados: en el fondo del océano, en los fondos de los volcanes (que no hay oxígeno), y puede que aún haya este tipo de vida microbiana en Marte o en otros planetas en los que también sabemos que hay océanos. Por ejemplo en Europa, una de las lunas del sistema solar, hay tantas posibilidades… Estadísticamente hablando puede que haya vida en otro planeta. ¿Que nos vamos a encontrar a los marcianos como los imaginamos hace años, en todas las películas? Bueno, quién sabe, vamos a ver qué pasa.

Desde la educación hay resistencias sociales hacia la carrera de las mujeres. ¿Qué tan fundamental es la educación en STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) para potenciar a las mujeres en sus carreras laborales?

Hay que empezar desde la casa, desde que las niñitas son niñitas, y desde que los niñitos son niñitos. Porque eso es una educación que es cultural. Hay que inculcarles desde pequeñitos la igualdad de géneros, y tanto puede un niño tener carreras que son típicamente de mujeres, como al contrario.

Lo más importante es que tengamos igualdad de educación, de empoderamiento, de saber salir adelante… Hay muchos aspectos sociales que influyen. Hay impedimentos: hay mucha violencia, violencia sexual, hambre, pobreza… Muchas cosas que influyen en no permitir salgamos adelante, especialmente para las mujeres. Porque la mayor parte de las mujeres solteras son las que quedan con los hijos, los hombres se fueron. La mayor parte de la violencia que existe es en contra de las mujeres.

Es una educación que hay que enseñarles desde niñitos a respetar, a ver a las mujeres como iguales, que está bien si ellos quieren jugar con muñecas, que la hermana o la máma tenga trabajo, que está bien ayudar, y empoderar a las mujeres.

El querer hacer algo requiere que arranquemos ese motor interno que tenemos. Eso nos permite  tener ese deseo de aprender y luchar. 

¿El machismo en América Latina nos condena al subdesarrollo?

A muchos hombres en Latinoamérica no les dieron esta educación desde pequeñitos. Lamentablemente, la cultura ha hecho las mujeres y los hombres sean vistos y tratados de manera diferente. Tal vez seamos diferentes en aspectos físicos superficiales, pero no mentalmente. La igualdad es tener la oportunidad de hacer lo que queremos hacer y que nadie nos critique y nos diga “usted no puede hacer eso porque usted es una mujer”. Si la actitud no cambia seguiremos en los mismos círculos viciosos de machismos y victimización. 

¿A partir de qué punto comienza la distinción social entre hombre y mujer?

Esas semillas se plantan desde pequeñitos. En todo estrato social. Es la actitud y educación de los padres. Hay que inculcarles a las niñitas que sí se puede. Que pueden manejar un tractor, si quieren jugar con carritos, que lo hagan, si quieren ser ingenieras, lo que sea… Que sí se puede, y ponerle una actitud positiva, que van a poder hacer todo lo que se propongan hacer. 

¿Cómo consiguió vencer todos esos tópicos?

Todo empieza con mi mamá. Por eso para mí es tan importante comunicar eso de que todo empieza por casa. Porque mi mamá era una mamá soltera, creció solita, tenía un montón de trabajos, pero nunca se dio por vencida. y lo más importante es que ella siempre encontró ese motor interno, y los consejos que nos daban eran siempre muy positivos.

Cuando yo le dije a ella que yo quería ir a la luna, cuando tenía siete años, ella me podía haber dicho: ‘Si estamos en Costa Rica, somos pobres, cómo se le ocurre. Usted es mujer, cómo va a hacer esto’. A mí ella nunca me dijo eso, nunca me dijo que yo no podía. Me decía: ‘Póngaselo en la cabeza, estudie, esfuércese, prepárese y uno nunca sabe las vueltas que da el mundo’. 

Y cuanto se caía o la botaban, se levantaba, se sacudía y con la cabeza muy erguida seguía adelante. A veces no teníamos qué comer, nos mudamos como nueve veces. Empecé a trabajar a los 13 años para poder ayudarla, mi hermana también, todos… Y mami nunca se dio por vencida. Lo importante es que tampoco se hacía la víctima. Hay mucha gente que se cae, pierde, dice que no puede, se hace la víctima y no hacen nada.

Mami vive en una ciudad llamada Arlington (Virginia). Antes vivía a cinco millas de mi casa. Siempre he cuidado a mami y mi meta es asegurarme de que su vejez sea lo más tranquila y lo más buena posible. Siempre hemos estado juntas.

Dentro de la NASA, ¿se empodera a las mujeres?

Sí, hay mucho esfuerzo para tener esa conciencia de educar a todos. Hace un tiempo comenzó un diálogo del directorado con las mujeres para ver si hay que cambiar algo, si hay que ayudar para asegurarnos de que las mujeres ingenieras y científicas tengamos esos avances, y podamos avanzar en las carreras, porque todavía hay un poco de desigualdad en ese sentido. Hay científicas increíbles, pero el grado que tienen no es tan alto. 

En general existe rezago en paridad de género. ¿Cómo ve ese trabajo en Centroamérica?

Aunque hay muchas actividad para inculcar paridad de género, todavía hay mucho trabajo por hacer. He estado invitada a varios eventos, muchas charlas de empoderamiento de mujer. Honestamente, por mucho tiempo, después de que empecé a trabajar en la NASA, me resistía un poco. 

He aprendido a abrazarlo. Si le puedo cambiar la mente aunque sea a una niñita, para mí, mi trabajo ya está hecho. Y la verdad no me gusta mucho ese término de “empoderamiento femenino”.  Para mí implica que ese empoderamiento tiene que venir de formas externas y que los hombres nos tienen que empoderar. Para mi todas tenemos ese poder internamente y tenemos que buscar dentro de nosotras mismas para poder alcanzar nuestras metas y sueños. 

¿Se empuja más desde el ámbito privado, que desde el público?

Aquí, en Costa Rica, específicamente el MICITT ha estado tratando de empujar mucho la paridad de género. Yo he estado trabajando muy duro con ellos yendo a escuelas, colegios… Es muy importante que en áreas de STEM particularmente se haga este trabajo.

Pero hay mucho más que hacer, estamos rascando la superficie, y hay que seguir adelante.