La rapera tica es también periodista y productora audiovisual; pero sobre todo es una luchadora en pro de los derechos femeninos y de la cultura costarricense.
Por: Daniel Zueras
Natasha Campos es Nakury, un acrónimo de uno de los pueblos originarios de Costa Rica, los Maléku Jaíka, y que significa “Yo soy mi propia mujer”.
Porque esta artista ha labrado su propio camino en el escenario del rap latinoamericano. Es una abanderada de la cultura hip hop costarricense e incansable luchadora por los derechos de la mujer.
Criada con una mamá luchadora en casa de su abuelos en Turrialba, con multitud de primos, a los seis años se trasladó a Cartago. Por un tiempo pensó en dedicarse al modelaje, pero tras participar en un concurso de Miss Costa Rica se replanteó ese futuro, y lo dejó con 20 años.
Con 15 años entró en el movimiento hip hop, iniciándose con grafitis, para continuar con el break dance y pasar después al rap, que le han llevado hasta escenarios por diversos países de América Latina y de Europa, tras comenzar cantando en fiestas de amigos. Desde su posición, aboga por un hip hop más inclusivo con las chicas.
Nakury no solo es artista, también es productora y creadora cultural, organizadora de eventos de break dance y rap como el festival Union Break, que reunía en Costa Rica a más de 2.000 personas provenientes de todo el continente.
Una mujer que cree en el trabajo duro para romper barreras, y que la magia existe como un flujo de energía que la conecta con su público.
¿En qué momento está la cultura hip hop en Costa Rica y Centroamérica?
Estamos en un momento muy bueno, porque han sucedido varias olas y la última ha hecho que se multiplique mucho más en diferentes regiones.
El movimiento ha pasado por diferentes fases. Una fue el regreso del movimiento del hip hop a sus raíces. Nació en el Bronx, en Nueva York (70-80s); pero quienes lo crearon eran personas afroamericanas, migrantes de Centroamérica y distintos lugares del mundo.
Con las diferentes oleadas de migración, muchas personas regresaron a sus países de origen y traían este movimiento que habían creado. Esa fue la primera ola en Latinoamérica.
Después empezó a haber una expansión en todos los países de Centroamérica, y después se empezó a masificar mucho más; más gente usándolo no solo como arte, sino como forma expresiva, solo para soltar lo que sentían en el momento, que no era su oficio pero sí era una forma de recreación.
Actualmente estamos en una ola que podemos ver cómo el hip hop ya no está centralizado solo en las ciudades. Antes estaba en las zonas urbanas, pero ha crecido a las rurales, a las costas, a las montañas, a las comunidades alejadas de la ciudad y eso genera una nueva ola que trae consigo el arraigo a la tierra. La gente que vive en zonas rurales, por lo general, tiene mucha más conciencia de la naturaleza.
Desde estos lugares la gente está repensando el hip hop mucho más, no como un movimiento urbano, sino comunitario, con el que personas jóvenes están utilizando estas herramientas expresivas para hablar de las realidades de sus pueblos, de sus comunidades, y así poder articular acciones que les permitan cambiar su entorno.
¿Por qué ha dado el salto al mundo rural, y por qué había estado tan circunscrito a zonas urbanas?
Gracias a las tecnologías de la información. Muchas de estas personas logran aprender a rapear, a pintar, a hacer música (los distintos movimientos artísticos dentro del hip hop), a través del Internet.
Utilizan plataformas como Youtube, como redes sociales, y además el hip hop es un movimiento muy abierto, en el cual la gente se busca relacionar con otras personas. No solo son las tecnologías, sino también es la voluntad de las personas para conectar, y para crear un mundo nuevo a través de este movimiento artístico.
Siempre ha tenido fama de ser un mundo machista. ¿En Costa Rica también, o ha ido evolucionando con la entrada de mujeres como tú?
El hip hop es un reflejo de la sociedad, y vivimos en una sociedad muy machista. Los chicos y las chicas que empiezan a desarrollarse en el movimiento hip hop, por lo general reproducen muchas dinámicas que ven en sus casas, en las escuelas, en la calle… Y por lo general son machistas, patriarcales, lo cual produce que haya un grupo privilegiado dentro de cualquier movimiento que hace que todos los demás grupos, diversidades y disidencias empiecen a quedar relegados.
Así como el hip hop es machista, la sociedad es machista y por eso las personas disidentes, las mujeres, las personas de la diversidad sexual, de diferente color de piel, siempre encuentran todos estos discursos de odio que están arraigados en la sociedad y que se les siguen proyectando.
Ahora, el hip hop nos permite encontrar una voz a partir de la cual podemos luchar contra esas desigualdades. Podemos verbalizarlo, visualizarlo, escucharlo. Y a través de todos estos sentidos y expresiones vamos transformando nuestra realidad más próxima.
Lo que yo veo del hip hop es que es una lucha, es difícil, pero aún así nos da la posibilidad de hacer un cambio dentro de la sociedad que ya es machista y es patriarcal.
Comentas que da voz a todos los movimientos. ¿Existe alguna distinción, por todo lo que conlleva el hecho de ser una mujer en el hip hop, de tu música, vs el resto del movimiento hip hop tico?
¿Te has sentido alguna vez en desventaja por ser mujer, en el movimiento, y has tenido que ser muy terca, para poder salir adelante?
¿Y crees que esa es una barrera para que más chicas se acerquen al movimiento hip hop?
Sí, porque sumado a la hostilidad que puede existir dentro del movimiento hip hop, está la hostilidad que pueden tener en sus hogares, donde les dicen: «No se dedique al rap, mejor busque una profesión de verdad, algo que hacer, que realmente le ayude en su vida».
Parte de ese gran patriarcado en el que vivimos, resulta que las personas de estos territorios como Centroamérica, o el Tercer Mundo, no tenemos tantas oportunidades para dedicarnos a un trabajo no convencional, sino que se nos dice: «Si usted quiere vivir bien, vaya a un call center y trabaje allí, o a una maquila». Pero si decimos que queremos ser cantantes, pintores, dedicarnos al diseño, a la industria creativa, lo primero que nos dicen es: «Busque un trabajo real».
Eso es lo que vivimos las mujeres, pero pienso que nosotras tenemos que cambiar ese paradigma, no podemos esperar a que vengan otras personas a cambiarlo, porque las personas siempre están hablando desde su propia perspectiva, y nosotras tenemos que demostrar que a pesar de todo esto que nos dicen, no solo podemos hacerlo sino que podemos hacerlo mejor que muchas personas que históricamente han estado ahí posicionadas.
¿Te ocurrió en casa, o encontraste el apoyo de tu familia cuando dijiste que querías seguir este camino?
¿La cultura hip hop ha crecido entre las chicas costarricenses? ¿Hoy es un mundo menos cerrado para las chicas que cuando tú te iniciaste?
Pienso que sigue igual de difícil dedicarse al hip hop, porque la sociedad ha cambiado progresivamente, pero la realidad es que no ha cambiado del todo. Y no solo en Costa Rica, sino en diferentes países del mundo.
Todavía existe mucho machismo, muchas estructuras patriarcales que producen que hayan muchas personas subordinadas y dependientes, y el patrón. Siempre están esas figuras de patrones, de personas que andan aprovechándose del trabajo de las otras personas.
Eso es lo que tiene que cambiar, que podamos ser mucho más investigadoras, estudiosas de lo que hacemos, para que podamos tener autonomía e independencia en nuestras decisiones, y que no haya personas lucrando de nuestro trabajo mientras nosotras lo hacemos, porque eso se llama apropiación del trabajo. Y eso es algo que sucede no solamente en el trabajo que hacemos en la casa, sino también en el artístico.
Es algo que tiene que cambiar. Lo que ha cambiado es el acuerpamiento entre las mujeres. Ahora, entre nosotras, nos ayudamos, nos conocemos, nos colaboramos, somos amigas… Nos aportamos esas gotitas de conocimiento que necesitábamos, pero sencillamente hasta que las mismas mujeres no nos empoderemos de nuestra propia experiencia, no vamos a poder cambiar la realidad de otras mujeres.
Cada una tiene que tomar la decisión, y las otras mujeres estamos ahí listas para acuerparlas y ayudarlas a salir adelante.
Los países que visitas. ¿Son con mujeres raperas, o también hombres?
Viajo a los países dependiendo de la persona que esté gestionando el concierto, o los talleres. Pero hay una particularidad muy interesante, y es que la mayoría de veces son mujeres las que nos reciben, las que nos cuidan, las que nos apoyan, las que nos ayudan a generar una red a lo interno del país: nos presentan otras colectivas, otras organizaciones… Y además, mi público es 50 % mujeres y 50 % hombres.
Está muy balanceado, y eso es algo muy interesante porque hacemos espacios seguros para las mujeres, pero también espacios de reflexión para los hombres, que es algo que tenemos que hacer para poder cambiar como comunidad.
¿A qué países estás viajando?
Antes de que todo esto pasara, estaba haciendo giras una vez al año en México, una vez al año en Centroamérica y una vez al año en Europa: la última ahí fue España, Inglaterra, Austria, Italia, Francia, Suiza, Alemania…
En América Latina y España es más sencillo, al final es el mismo idioma. ¿Pero el resto de Europa, ha sido público latino?
Ahora estamos viviendo el mestizaje en la música. ¿Ese es su presente? ¿Hemos evolucionado hacia estilos no tan puros, sino que hoy está todo mucho más mezclado?
Definitivamente, pienso que la música, el arte, es una constante evolución como sociedad. Cada vez nos hemos juntado más, y se han desdibujado las fronteras, eso también se puede ver en la música; y sobre todo en el movimiento hip hop, en el que la búsqueda de la originalidad es tu proyección al mundo.
Buscar en nuestras propias raíces y hacer nuestra propia versión de hip hop ha sido fundamental también para destacar dentro de el movimiento musical mundial.
¿El trap ha colonizado toda la música urbana?
Pienso que así como el trap, pasa incluso con el mismo hip hop. Cuando el hip hop empezó estaba en todo lado. Creo que es normal, son olas de sonidos, de vibraciones, de movimientos, y para mí es importante no encasillarme en un solo ritmo, sino poder abrirme a la experimentación, porque hasta que no me salgo de la zona de confort, no puedo generar algo nuevo. Entonces, más allá de si el trap convencional tiene letras que incitan a cosas que no me gustan, yo agarro ese sonido y lo reinvento. Eso es algo que, como artistas, hace nuestro trabajo más divertido y también más interesante.
¿Cómo surgió ‘Para mi gente’, y cómo lo vais a trabajar a posteriori? ¿Sigue previsto el lanzamiento del disco para septiembre, con Barzo?
¿Qué es Union Break? No solo eres cantante, también gestora cultural…
Nació en 2010, después de que empecé a organizar eventos de break dance y de rap; tanto competencias, como conciertos. Se convirtió en una forma de aportar a la comunidad, de generar espacios educativos pacíficos y seguros para compartir. He organizado varios festivales, hemos traído artistas internacionales a Costa Rica, hemos organizado de las competencias de rap más grandes del país, y siempre con una perspectiva cultural.
Pasa que hay muchas gestoras hip hop que su perspectiva es 100 % comercial. Fui pionera a través de Union Break de realizar eventos culturales y de tener una gestora que solamente se dedicara a eso.
A partir de 2010 empezaron a crecer otras muchas gestoras con esta misma visión. Yo ya veo muchas amigas, amigos, haciendo ese trabajo; entonces me he enfocado un poco más en desarrollar mi carrera artística, pero dichosamente en la actualidad hay muchas organizaciones como Hip Hop Consciente, como los grupos Sur Flava y Los Más Buscados Crew que se especializan en hacer ese tipo de eventos, y ya en ese caso lo que hago es apoyarlos, ya no estoy tanto en la organización. Pero sí proyecto, en algún momento, volver a empezar los festivales. El festival Union Break reunía personas de toda Latinoamérica, acá llegaban unas 2.000 personas jóvenes, que compartíamos y hacíamos espacios de unidad y conocimiento mutuo.
Era maravilloso, porque existe mucha xenofobia en la región, y eso venía a borrarlo, y a empezar a concebirnos como un movimiento transfronterizo.
¿Qué momentos han sido clave para seguir con tu carrera?
El primero fue la decisión de hacer mi proyecto de rap solista. Entendí que todas las personas tenemos diferentes perspectivas en la vida y que si yo quería desarrollar mi perspectiva en mi proyecto artístico, tenía que poder hacerlo de forma autónoma.
El segundo fue cuando empecé a ahorrar y a invertir para viajar fuera del país, y conocer otras personas y otros colectivos. No siempre me pagaron para ir a hacer conciertos, al principio yo pagaba mi boleto para ir a tocar. Y gracias a ir a dar a conocer mi arte y mi música fue que otras personas creyeron en mí, así que creo que es muy importante ver este camino como uno de apoyo mutuo.
¿Y los momentos más difíciles?
Los momentos más difíciles han sido cuando no he tenido plata para terminar el mes. No logré generar el suficiente trabajo para terminar de pagar mis gastos normales como la comida, o los recibos. No significa que no esté trabajando mucho, significa que no me está entrando plata.
Otro momento difícil fue percatarme que muchas de las cosas que estaban sucediendo en mi vida tenían que ver también con una cultura alrededor mío que es muy difícil de cambiar. Por ejemplo, acá en Costa Rica la gente no se asesora mucho legalmente, y terminan firmando contratos, terminan entregando los derechos de su trabajo de una forma inconsciente. Cuando yo empiezo a luchar por mis derechos, me doy cuenta que hay toda una comunidad que ha dejado pasar eso, y también muchas generaciones atrás.
Esos son los momentos en los que me digo: «Por eso estamos como estamos», pero si queremos evolucionar, alguien va a tener que hacer el cambio.
Me di cuenta que muchas oportunidades que estaban ahí puestas, no necesariamente son las mejores oportunidades para mí, porque se están apropiando de mi trabajo sin hacerme un apoyo justo.
¿Has sido entonces una líder en la comunidad artística en el país, para que empiecen a fijarse en esos aspectos legales?
¿Qué enseña tu carrera a las niñas y jóvenes costarricenses?
Cuando yo tenía más o menos 20 años, participé en Miss Costa Rica. Cuando venía creciendo, en mi entorno siempre era: «Busque algo que le pueda generar dinero y en lo que pueda trabajar». Durante muchos años, más o menos de los 15 a los 22, estaba muy involucrada en cosas de modelaje.
Entonces, cuando decidí salirme de eso, porque no me gustaba, sentía que me objetivizaban, que no me valoraban por mi punto de vista, sino que era un concurso de quién era la más bonita, cuando todas son divinas. No tiene sentido.
Lo que yo quisiera transmitir a través de mi carrera es que las mujeres valemos por lo que somos, por el aporte que damos, no por cómo nos vemos, o cómo nos movemos, o por el valor que nos quieran dar otras personas a nosotras mismas.
Y desearía que también mi carrera sea una referencia de lucha, y de cambio. Que el cambio puede existir, y el cambio es bueno. Y si una quiere un día simplemente decir: «Ya no quiero estar más en esto», tenés todo el derecho de hacerlo y de salir adelante con lo que soñás.
¿Cómo fue tu infancia? ¿Cuáles fueron las principales figuras en las que te fijaste?
Crecí hasta los seis años en la casa de mis abuelos. Ellos tenían nueve hijos, entonces yo era como la décima. Mi madre, una madre incondicional, súper luchadora, que siempre buscó sacarme adelante. Ella fue campeona nacional de ciclismo, y se fue a sacar una beca a Rusia, después volvió a Costa Rica y empezó a trabajar en distintos lugares.
Me acuerdo de ella trabajando un día en Limón, y al día siguiente en Guanacaste. Ella me llamaba y yo me asombraba de lo que hacía. Veía a mi mamá como la mujer voladora.
Mi abuela, mi abuelo, mi mamá, fueron ese triángulo de amor, de apoyo, de sueños, que siempre estuvo ahí para mí; y mis primas y primos, que eran como mis hermanos.
Vengo de una familia gigantesca, en total somos como 80. Es bonito crecer en una familia tan grande y también en una zona rural, como lo es Turrialba. Ahora ya es como una pequeña ciudad, pero cuando yo crecí ahí era más como un pueblo y también crecer en la zona de Guayabo, muy cerca del Parque Nacional, un lugar arqueológico, que hizo que desde muy pequeña tuviera una fascinación por el contacto con la naturaleza, y también la visión de vivir una vida en armonía con la naturaleza.
¿Cuándo viniste a San José?
¿Tus primeros grafitis fueron en Cartago?
Los primeros grafitis que yo hice llegaron las vecinas a tocar la puerta de mi casa a decir: «Me rayaron el muro». Y mi mamá me mandó a mí a pintar el muro de la señora que yo pinté.
Y además era un muro en un lote baldío. Nadie lo veía, pero como todo el mundo se conoce… No sé cómo supieron que yo había pintado eso.
¿En qué figuras artísticas te has fijado?
Es vacilón, porque de mis figuras artísticas de cuando yo era niña, son Guadalupe Urbina, una cantante costarricense maravillosa. Y ahora es mi amiga, es demasiado lindo, porque yo escuchaba su música, y me acuerdo que pequeñita lloraba escuchándola, de lo lindo que sonaba su voz, y de lo lindo que ella hablaba. Y ahora ella siendo toda una señora, me encanta porque es una mujer muy sabia, conocedora de las plantas, del buen vivir, vive en la zona Sur de Costa Rica, me invita, yo voy a pasear a su casa…
Siempre escuchaba música que ponían mis abuelos, como la cumbia, el bolero, la bachata… Eso era lo que siempre sonaba en casa. Y mi mamá, por otro lado, escuchaba mucha nueva canción, entonce me gustaba Mercedes Sosa, Violeta Parra, me gustaron después todas esas artistas más pop, pero eso lo dejé pronto.
Esas han sido mis mujeres icónicas que escucho. Además de ellas, están artistas como Erika Badou, Alicia Keys, Ella Fitzgerald, Nina Simone, y curiosamente muchas de estas son mujeres de ascendencia africana. Y eso es porque a mí esta música, esta voz, esta fuerza siempre me ha llamado mucho; son mujeres que por lo general hablan de lo que viven, más allá de solo hacer una canción pegajosa, hablan de cosas desde el corazón, desde el hígado muchas veces. Es lo que me gusta y lo que quiero hacer también con mi música.
¿Cuáles han sido tus principales logros hasta el momento, y qué obstáculos has tenido que superar para lograrlos?
Un gran logro es publicar ya mi segundo disco, y que sean discos que vienen totalmente con música original, en la que todas las personas que trabajaron fueron remuneradas, en las que todo está por escrito; todos los derechos están repartidos, todo el mundo está en paz.
Para mí, eso es un gran logro, porque no es solo hacer música, es hacerlo bien, y ojalá mejor, si se puede.
También haber ido a hacer tantas giras alrededor del mundo.
Una de las dificultades más grandes es la falta de patrocinio, algo difícil de cambiar en un contexto como este, pero vamos ‘p’alante’, creo que se puede lograr.
Eso sería lo más difícil, no tener dinero para invertir, a pesar de tener un montón de canciones en lista que pueden ser publicadas.
¿Cuáles son tus aspiraciones de cara al futuro?
Son varias. Por el lado artístico, quisiera poder girar mucho más, a más países y poder generar más estos espacios y con muchas más personas.
Segundo, quisiera dar más talleres, aprender más de la gente que está dando talleres en los países, y de las colectivas que nos llevan a los diferentes lugares que ya están haciendo trabajos muy interesantes.
Tercero, quisiera reactivar Union Break y poder hacer un gran festival anual, de nuevo, que pueda atraer mucha gente de diferentes partes del mundo y ahora poder hacerlo en una forma mucho más masiva que antes. Y con eso también poder fomentar el turismo, las empresas locales y todo el ingreso de divisa que también necesitamos en nuestro país.
Por último, quisiera en algún momento tener un espacio físico que sea la casa de Union Break, un lugar en que haya estudios, clases, diferentes módulos de aprendizaje para la gente que quiere incursionar en el hip hop; pero además para poder becar personas que estén en algún estado de vulnerabilidad y que necesiten apoyo de una comunidad, y además apoyo psicológico para poder enfrentar todas las situaciones difíciles que viven muchas personas en la actualidad.
¿Cuáles han sido los principales aprendizajes que has sacado de tu carrera?
Número uno, las relaciones humanas son lo más importante. A pesar de que uno pueda tener una diferencia de punto de vista con otra persona, siempre es importante vernos como seres humanos con necesidades, poder empatizar y, muchas veces, aunque haya que dividir los caminos, que eso sea un acto pacífico y que no le genere ningún tipo de dolor a una persona.
Dos, el público son personas con aspiraciones, con deseos, y la música que hacemos es para mejorar sus vidas, para hacer que ese peso que estamos lidiando todas las personas diariamente sea un poco más liviano; y poder aportarle a las personas, no solo estar ahí por mostrarse a sí misma.
Tres, la magia existe. Muchas veces soñamos con hacer cosas que puedan conectar con otras personas, que generen una inspiración, y nos sentimos un poco loquillas, porque decimos: «¿Cómo voy a lograr esto?», pero resulta que la magia existe, y la gente escucha, la gente conecta y te da esa retroalimentación y se convierte en un flujo de energía infinito que va y viene, y que produce una satisfacción incomparable. (55:59)
Comparto información en redes de «hoy estoy aquí trabajando la tierra» y de inmediato me llegan reacciones como «yo también me puse a hacer…», y pienso: «Qué bonito», porque solo desconectarnos un poco de la tristeza, del estrés, y conectarnos de formas así, es muy bonito.
¿Interactúa mucho tu público en redes?
Sí. De hecho, muchas personas que han empezado escuchando mi música, y que me escriben, que les gusta mi música, han terminado siendo grandes amigas y amigos.