Jugar fútbol estaba muy mal visto para las mujeres en la primera mitad del siglo XX. En 1926 se crearon algunos equipos femeninos, pero no avanzó. Ya en 1949 nació el Deportivo Femenino Costa Rica (fundado por los hermanos Fernando y Manuel Emilio Bonilla). Tenían que entrenar a escondidas, ya que la sociedad no creía que el fútbol fuera un deporte para ‘damas’. El equipo llegó a contar con 34 jugadoras en su primera etapa.
En 1950 organizaron el primer partido entre mujeres en el Estadio Nacional, ante 4.000 personas, dividiendo el equipo en dos, ya que no había rivales ante las que jugar.
Fueron pioneras en las Américas y salieron a jugar partidos a otros países como Panamá, El Salvador o Curazao, para promocionar el balompié femenino. El club desapareció en 1963.
Pero a primeros de los años 60 otro grupo de entusiastas tomó el testigo y se creó la primera liga de fútbol femenino de Costa Rica (organizada por Franklin Monestel), que contaba con cinco equipos: Universidad de Costa Rica, Independiente, América, Puntarenas y Limón, que fue el campeón de la primera edición.
Tras un periodo en el que fue casi inexistente, el fútbol femenino costarricense volvió con fuerza hace unos años. En 2014, el país organizó el Mundial Femenino Sub-17 y en 2015 participó (por primera vez) en un mundial mayor, en Canadá. Allí hizo un honroso papel, tras empatar dos partidos y perder uno.
Apenas cuatro años después el interés por el fútbol femenino se disparaba. La final del clausura 2019 congregaba a 17.000 espectadores en el estadio Morera Soto y victoria de Alajuelense FF. En 2022, Costa Rica volvía a organizar un mundial femenino menor, el sub-20. 35.000 personas (algo que ya ocurrió en el Costa Rica – Venezuela del sub-17 de 2014) vivían en directo en el Estadio Nacional la final del campeonato.