Por: Renata Infante

El día de ayer, en un acto de supuesta solidaridad, el Facebook de habitantes en mi querida Costa Rica se ha llenado de la etiqueta “Nací para cuidarlas, no para matarlas o violarlas”. Una simple lectura parecería dar cuenta de un acto de empatía o, incluso, de ataque hacia la violencia de la mujer. Pero no, no es así. Permítanme en estas líneas explicarles el porqué.

Aceptar esta frase como un acto de solidaridad es retroceder en lo que ya hemos avanzado como sociedad en cuanto a la comprensión del feminismo y, por ende, de la discusión en temas de equidad. Y es que la palabra cuido, hace referencia a que hay alguien que rescata y protege usualmente desde un lugar de privilegio, en este caso, el del hombre. Muchas personas que me leen dirán que somos unas malagradecidas por no apreciar el intento de manifestarse en contra de algo que nos importa a todas, pero no. Como decía mi abuela: ¡El infierno está plagado de buenas intenciones!

En este caso, queridos amigos y amigas lectoras, por querer hacer una gracia, les salió un sapo. Pero, como siempre trato de sacarle provecho a las cosas que parecen inútiles, quiero valerme de este contexto para discutir al respecto. Tengo una preocupación genuina porque tanto hombres como mujeres podamos reconstruir nuestro discurso y, con ello, nuestra forma de comportarnos.

Antier, por ejemplo, conocí a un hombre que se ha atrevido a traicionar a sus congéneres, estandartes del patriarcado y, de forma muy atinada, me decía cómo en su rol de publicista cometió muchos errores creyendo que eran buenas estrategias de marca o, inclusive, graciosas. Pero también me relataba como una mujer fue quien, en una labor paciente y consciente, empezó a educarle en temas de género y le fue evidenciando cómo su trabajo promovía aquello por lo que tanto hemos trabajado en erradicar. Hoy, es un estandarte del feminismo al que tengo mucho interés de seguir escuchando y promoviendo.

Y es que ayer la ignorancia me golpeó en el rostro cuando leí a mujeres y hombres culpabilizar a la pareja de una mujer asesinada por no haberla acompañado en un recorrido nocturno por su barrio y entonces aquí me preocupa también reconocer la carga que, como sociedad, le hemos atribuido a los hombres y cuánto sufren por esta demanda social.

Las mujeres no son asesinadas porque salieron de noche o porque el novio o la pareja no “las fueron a recoger”. Tampoco son asesinadas por andar por un callejón oscuro o irse solas de viaje. Mucho menos por decidir caminar solas por donde así les plazca. Somos asesinadas por un tema de poder, el ataque sexual y otras formas de violencia hacia nuestro cuerpo solo refleja la creencia de que hay algo de nosotras que puede ser tomado, inclusive nuestra vida.

La lectura ayer también me invitó a despabilarme cuando me di cuenta de que aún nosotras como mujeres, seguimos defendiendo la frase “No es un tema de género”. Claro que lo es, no nos engañemos, no nos escondamos ante una realidad que no queremos ver. Si bien es cierto hay asesinatos de hombres, no son por las mismas razones. Entendamos la diferencia entre un femicidio y otras formas de morir. No es comparable, no podemos seguir reproduciendo un discurso que minimiza o invisibiliza un tema en donde tenemos que ser radicales. Y ser feminista, es ser radical, no podemos ser “medio feministas” si comprendemos que el feminismo lo que promueve es la igualdad entre hombres y mujeres. Se es feminista radical, como se es cristiano o se es ateo. Para que lo entendamos más claro, así me lo explicó un amigo feminista: Es como estar embarazada, se está o no se está. Pues eso, eres feminista o no lo eres. No disfraces el discurso, no lo ablandes para evitar el conflicto o la polémica.

Muchas personas me indican que mi conciencia de género tiene que ver con mi formación académica y sí, mi Alma Mater me formó y me motivó a seguir trabajando en esto. Entonces, en una labor de empatía porque aquellos quienes no han sido educados al respecto, acá les traigo un ejercicio muy sencillo para que aprendamos en qué momento nos encontramos con un tema de género y, entonces, podamos cuestionar.

Imaginemos estos titulares en las redes sociales, un medio de comunicación o, incluso, en una conversación cotidiana:

“Al parecer la asesina mató y abusó del joven porque estaba obsesionada con él, pues muchas veces le había invitado a salir, pero este no aceptó”.

“La mamá del, ahora fallecido, indica que la novia siempre lo acompañaba al salir del trabajo, pero en esta ocasión, la novia del fallecido se encontraba trabajando y no lo pudo acompañar”.

“Era un joven muy de hogar. El padre revela que estudiaba y que iba, del colegio a la casa, sin meterse con ninguna mujer. Era un joven que iba a la iglesia y se mezclaba únicamente con otros muchachitos del mismo barrio”

Suena ridículo ¿Verdad? Es, incluso, risible y estúpido. Pues así nos vemos (hombres y mujeres) cuando usamos frases que, en vez de erradicar la violencia de género, la siguen promoviendo.

Entonces si no han tenido la suerte de mi amigo publicista de encontrarse con alguien que los lleve a cuestionarse sus estereotipos de género, que elimine su discurso patriarcal y que los invite a ser un desertor de modelos patriarcales: calladitos, más bonitos.

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Renata Infante es psicóloga especialista en equidad de género y derechos humanos

renata@renatainfante.com