¿Cuántas veces nos ha pasado que una persona que no es experto en nuestro campo nos cuestiona e incluso pretende mostrarse como alguien más competente? 

Por: Renata Infante*

Profesionales en Psicología han identificado esto como una especie de ‘síndrome’ al que han denominado Dunning-Krugger, según el cual las personas con escaso nivel intelectual y cultural tienden sistemáticamente a pensar que saben más de lo que saben y a considerarse más inteligentes de lo que realmente son. Desconozco la incidencia de este efecto en nuestra región latinoamericana pero sí sé identificar lo que me he atrevido a llamar ‘El efecto mansplaining’ y les comparto algunos hallazgos que nos permitan identificar las diferencias entre ambos fenómenos sociales. 

El neologismo mansplaining está conformado por las palabras man (hombre) y explaining (explicar) y alude al hecho de que un hombre interrumpe el discurso de una mujer, a veces de forma condescendiente, por el hecho de ser mujer, es decir, por un tema de género. Este efecto también se caracteriza por una descalificación del discurso femenino, minimizando, contradiciendo o, incluso, ridiculizando a la emisora del mensaje.  

Como muchas de las expresiones de una cultura patriarcal, las manifestaciones de este efecto son, a veces sutiles o incluso aceptadas socialmente como parte de la cotidianidad en los espacios laborales, familiares y de pareja. En mi experiencia en procesos de consultoría organizacional, es común escuchar expresiones como: “para ampliar lo que ella dice” “creo que ella no se dio a entender bien” o “lo que ella quiso decir fue”. En otras empresas donde los comportamientos patriarcales son más evidentes se suelen escuchar frases como: “Permítame y te explico”, “yo, como experto en el campo pienso que…”, “usted no sabe”, “usted está equivocada”.

No se trata acá de defender la postura femenina como aquella que tiene la verdad absoluta y, por ende, no debe ser cuestionada. El punto acá es que el cuestionamiento debe ser realizado desde una condición de equidad y, por supuesto, con conocimiento del tema que se pretende cuestionar. 

Estando como moderadora de un proceso de reclutamiento ejecutivo, era común ver cómo los hombres interrumpían a las mujeres con mayor facilidad y vehemencia que a sus congéneres, mientras que las mujeres respetaban el espacio del discurso masculino e, incluso, al hablar utilizaban frases como: “disculpe que le interrumpa”, “perdón, pero yo creo que”. Recuerdo haber sido muy crítica de esta dinámica, invitando a quienes me escuchaban a analizar su discurso hacia adentro y hacia afuera. Durante el descanso, una de las participantes se me acercó y con voz entrecortada me dijo: “Gracias, no me había dado cuenta del lugar que ocupo en un equipo de trabajo”. Mi discurso se ve minimizado cada vez que inicio una frase diciendo “Disculpa”. 

Hay quienes nos atrevemos a mostrar nuestro desagrado ante este tipo de conductas, hay quienes no las ven y a quienes las ignoran. La sensibilidad de ‘descifrar’ cuando el discurso está marcado por conductas sexistas es algo que se desarrolla con la reflexión y la educación, y esta debe llevar a la acción. 

Muchas mujeres ya no están solo para servir el café o redactar actas, pero el mansplaining es también una forma de violencia que vale la pena denunciar y erradicar.

Si después de leer este artículo, sigues sin entender qué es el mansplaining, déjame y te explico.

*Psicóloga especialista en equidad de género y derechos humanos

renata@renatainfante.com