Silvia Chacón creció entre dos familias. Vivía sobre todo en casa de la mamá, matemática; y pasaba uno o dos días con su papá, químico. Y compartía el tiempo con todos sus hermanos. En ambas familias se hablaba mucho de ciencia, en una de química y en la otra de matemáticas. 

Ahora es toda experta en tsunamis y cree que el interés por ellos puede venir de un sueño recurrente que tenía cuando era niña: se veía a sí misma huyendo de una gran ola, saltando cercas y atravesando los campos de Guanacaste (donde solía ir con su abuelo) para ponerse a salvo.

Pese a la formación familiar, le inscribieron en el Conservatorio Castella, un instituto centrado en las artes. Silvia no sabe por qué, pero está muy agradecida porque cree que esto le brindó la oportunidad para explorar la imaginación, expresarse a través del arte y disfrutar. 

Después fue a la universidad y comenzó Arquitectura, pero no le gustaba y la dejó. Entonces entró a Ingeniería Civil, que tampoco le convenció, aunque ahí dio un curso de Física y vio que eso sí que le apasionaba. Así que se cambió a estudiar la carrera de Física (que incluía meteorología), su verdadera vocación.

Al terminar la U, trabajó en la Universidad Nacional, pero entonces descubrió de la existencia de la Oceanografía en la UNA y decidió estudiar un posgrado fuera del país, primero en México y más tarde en Alemania. Aprender sobre el océano, que siempre le trajo felicidad, fue lo máximo para ella. Desde que comenzó a saber más sobre él, nunca jamás volvió a tener la pesadilla.

Silvia fue la máxima impulsora y presidenta del Sistema de Alerta Temprana contra Tsunamis de Costa Rica, la mayor experta en el país. Con su trabajo, ha organizado a las comunidades costeras para mejorar su preparación ante un mar embravecido.

¿Cómo fue tu crianza?

Mi familia es bastante diferente a lo habitual. Mis padres se divorciaron cuando era muy pequeña. Cada uno volvió a casarse y tuvieron tres hijos más. Crecí entre dos familias, pasando la mayor parte del tiempo con mi mamá y visitando a mi papá uno o dos días a la semana. Siempre compartía con todos mis hermanos.

En ambas familias se hablaba mucho de ciencia, ¿cierto? Mi papá hablaba cotidianamente sobre elementos químicos, como «ese rojo es tal elemento, el azul es otro». Mi mamá también hablaba mucho sobre matemáticas. Ambos eran académicos universitarios, ya están jubilados. Se mencionaba con admiración a las personas con doctorados, algo no tan común en ese entonces. Había mucha referencia a la academia desde temprano en mi vida.

Me inscribieron en el Castella, aunque desconozco la razón, pero estoy muy agradecida. Tuve una infancia feliz en el ámbito familiar. Los domingos nos reuníamos en casa de mis abuelos maternos con primos y tíos para jugar y compartir. Del lado paterno, también disfrutábamos de reuniones familiares, ya que a mi abuelo le gustaba mucho ir al campo.

Estar en el Castella me brindó muchas oportunidades para explorar la imaginación, expresarme a través del arte y disfrutar. Creo que esa formación artística influyó significativamente en quien soy y en las cosas que hago hoy en día.

Por ejemplo, para mí no resulta difícil pararme frente a un auditorio lleno de gente y dar una charla. No tengo miedo escénico, ¿verdad? O es muy leve, no es algo que me dificulte. La música y la educación musical que recibí están muy relacionadas con la lógica matemática también, ¿cierto? Ha contribuido enormemente a mi vida profesional.

Después del Castella, ¿pasaste por varias carreras en la universidad, cierto? Arquitectura, ingeniería civil, antes de decidirte por la física y dedicarte a la oceanografía. ¿Por qué este camino? 

¿Cómo fue ese cambio? ¿Fue el definitivo? 

¿Qué fue lo que te inspiró? He leído que tenías un sueño, una pesadilla recurrente con un tsunami desde pequeña. Me gustaría que me comentaras un poco sobre esto.

Claro, quiero decir que me «convirtieron» en la oceanografía y no fue muy difícil para ellos, ¿verdad? Realmente, llegué aquí y descubrí que la oceanografía era una opción. Ellos obviamente me hablaban sobre la oceanografía y no tuvieron mucha dificultad en convencerme. Como mencioné antes, en mi familia materna éramos muy unidos y seguimos siéndolo. Nos reuníamos todos los domingos en casa de mi abuelita, celebrábamos todos los cumpleaños con alguna fiesta y también teníamos la costumbre de ir una o dos veces al año a la playa todos juntos. A mi abuelo materno, que en paz descanse, le encantaba el mar. Era un apasionado del mar, así que nos llevaba a toda la familia. En la familia siempre estuvimos acostumbrados a ir a la playa, y para mí es algo maravilloso y encantador. Siempre he disfrutado mucho del mar. 

Entonces, cuando descubrí que podía estudiar oceanografía después de haber estudiado física, que podía estudiar oceanografía física, fue como encontrar una maravilla. Quiero decir, yo podía estudiar algo que siempre me había encantado: el océano, algo que siempre me había fascinado, algo que siempre me había traído felicidad. Podía acercarme a eso. Entonces, no tuve que pensarlo mucho, no tuvieron que convencerme mucho.

Me fui a México a hacer la maestría, inicié la maestría y en el curso de introducción a la oceanografía física que llevé en el primer trimestre, un profesor habló sobre tsunamis. En esa clase, otra vez sentí como si se abriera el cielo y recibiera una señal divina. Pensé: «Esto es lo que quiero hacer, esto es, esto es». Y recordé que había tenido un sueño recurrente durante toda mi vida, una memoria que siempre estuvo presente: estábamos en la playa y de pronto venían tsunamis. Yo corría y corría, como en esos sueños en los que uno corre y corre y corre, ¿sabes? Había variaciones en el sueño: una cerca que debía brincar, toros, perros, pero siempre la constante era el tsunami y yo corriendo para alejarme de la playa. Cuando decidí estudiar eso y aproximadamente en el segundo año empecé a trabajar en la tesis o más bien, comencé a trabajar en el anteproyecto de tesis de la maestría relacionado con tsunamis, ese sueño desapareció. No he vuelto a tener ese sueño desde hace 20 años.

Desde que lo conoces más en profundidad, ¿se te quitó más el susto? 

No sé si era un susto o como un mensaje subliminal sobre a lo que yo tenía que dedicarme en la vida. Una vez que lo decidí, ya se cumplió el sueño.

A mi abuelo le encantaba Guanacaste, especialmente las playas de Carrillo, del Cantón de Carrillo, playa del Coco, playa Hermosa, playa Panamá. Esas eran sus playas preferidas. Durante los últimos años que él estuvo vivo, alquilábamos una casa en playa Hermosa y nos íbamos toda una semana. A veces visitábamos otras playas cercanas, como Flamingo o Tamarindo, pero pasábamos la mayor parte del tiempo en Guanacaste. A veces, por cuestiones de tiempo, íbamos a Contarenas o al Pacífico Central, pero generalmente era Guanacaste.

¿Has enfrentado barreras específicas por ser mujer? ¿Has sentido algún tipo de discriminación?

Hablando de estudios y de chicas, ¿qué consejo darías a las chicas jóvenes interesadas en seguir una carrera en ciencias marinas? 

Sobre tu especialidad, ¿estamos en una región propensa a sufrir un tsunami devastador? 

Bueno, lo primero que debo decir al respecto es que los desastres nunca son naturales. Son una combinación de eventos naturales y una falta de preparación humana para afrontarlos. Entonces, ¿podríamos enfrentar un tsunami catastrófico en el Caribe, en Centroamérica, en Costa Rica? Claro que sí. Si no estamos preparados y no sabemos qué hacer, un tsunami de tamaño moderado podría tener consecuencias devastadoras en nuestra región. Ahora, si nos preguntamos si podríamos tener tsunamis tan grandes como los de Chile, Japón o Indonesia en nuestra región, esa es una cuestión diferente. En algunas partes del Caribe podrían ocurrir terremotos lo suficientemente fuertes o erupciones volcánicas o derrumbes submarinos que causen tsunamis de esa magnitud. En Centroamérica, el potencial sísmico es más moderado, al igual que en Costa Rica. El tsunami más grande que ha afectado a Centroamérica tuvo una altura de 10 metros, lo que es significativo, pero no alcanza los 50 metros de Indonesia o los 40 metros de Japón. En Costa Rica, específicamente, el potencial sísmico es aún más reducido, ¿verdad? Los tsunamis que hemos experimentado aquí han tenido alturas máximas de pocos metros.

Sin embargo, tenemos registros de tres personas fallecidas debido al tsunami causado por el terremoto de Limón en 1991, y estamos seguros de que hubo más víctimas. Simplemente no se llevó un buen registro de las personas afectadas, ni siquiera se sabe cuántas murieron específicamente a causa del tsunami o cuántas por el terremoto.

Además, la mayoría de estos tsunamis que han afectado a Costa Rica ocurrieron hace muchos años, en épocas en que nuestras costas no estaban tan pobladas ni visitadas como lo están ahora. Algunos de esos tsunamis que ocurrieron en 1950, en 1941 e incluso en 1992, podrían haber tenido consecuencias mucho más graves en la actualidad, especialmente en fechas en las que las playas están llenas de turistas. La buena noticia es que, dado que nuestro potencial es moderado, la posibilidad de tener tsunamis enormes es baja, ¿verdad? Podemos mejorar nuestra preparación y eso puede ayudar a evitar o reducir las posibilidades de tsunamis catastróficos en nuestro país.

Entonces, ¿qué tenemos que hacer? Como comunidades costeras, debemos organizarnos y conocer nuestro mapa de evacuación por tsunami, crear un plan de preparativos y respuesta comunitaria. A nivel de municipalidades costeras, es esencial tener un plan de acción en caso de tsunamis y mantener una buena comunicación con los comités de emergencia costeros. Las instituciones, tanto públicas como privadas con presencia en la costa, también deben tener sus propios planes de preparación y respuesta. Y para nosotros, que vivimos en el Valle Central pero disfrutamos yendo a la playa siempre que podemos, es importante estar preparados, ¿verdad? Estas medidas son muy sencillas. Por ejemplo, si pasamos el día en la playa, dejemos el automóvil estacionado en una posición de salida y tracemos un plan con las personas con las que vamos, para que todos sepan qué hacer si ocurre un sismo. Esto evitará que pierdan tiempo buscándose mutuamente y sabrán dónde reunirse en caso de emergencia.

Entonces, si ocurre un temblor, ¿qué vamos a hacer? ¿Dónde nos reuniremos? Nadie perderá tiempo buscando a los demás, ya que acordamos de antemano un punto de encuentro en la pulpería que está fuera del área de inundación. Todos nos dirigiremos hacia allí. Si alquilamos una casa o nos hospedamos en un hotel con familiares o amigos, haremos lo mismo. Verificaremos si está dentro del área de inundación. En caso afirmativo, elaboraremos un plan: ¿Qué haremos si hay un temblor? ¿Cómo reaccionaremos ante una alerta de tsunami? ¿A dónde iremos? Son medidas muy sencillas que no nos quitarán tiempo ni dinero, pero que podrían salvar nuestras vidas y las de nuestros seres queridos en caso de un tsunami.

¿Cómo consideras que tu trabajo contribuye al bienestar de los habitantes de las costas costarricenses y a la conservación de los océanos?

Bueno, creo que solo el hecho de que mi trabajo implique la concienciación sobre la posibilidad de un tsunami ya es una contribución al bienestar, ya que las personas son conscientes de esta posibilidad y buscan cómo prepararse o deberían buscar cómo hacerlo. Además, considero que lo que hemos logrado con el programa CINAMOD al trabajar con las comunidades costeras y el público en general para mejorar la preparación ante tsunamis ha sido una gran contribución. Hemos establecido un centro de alerta de tsunamis y estamos vigilantes ante cualquier amenaza que pueda venir desde lejos, ya que aunque no tengamos la capacidad de generar un tsunami grande en nuestro territorio, podríamos ser afectados por tsunamis provenientes de otros lugares como Colombia, Nueva Zelanda o Japón, que podrían tener alturas mucho mayores que aquellos originados en nuestro país.

¿Existen señales de advertencia de un tsunami inminente? ¿Se pueden predecir de algún modo? ¿Cuánto tiempo de anticipación podemos tener antes de que ocurran? ¿Cómo pueden las comunidades costeras, aunque ya lo has mencionado bastante, prepararse mejor para un tsunami?

Sí, hay señales naturales de un tsunami que son, como mencioné, un terremoto muy fuerte o muy prolongado, uno que sea tan intenso que todas las personas lo sientan. No me refiero a alguien caminando que no lo perciba; si está caminando, también lo sentirá. Señales como la caída de adornos debido al movimiento del terremoto, la dificultad para mantenerse en pie son indicativos de un terremoto fuerte, y ante esta situación es necesario evacuar de inmediato. También, un terremoto que dure más de un minuto y sea lo suficientemente intenso es motivo de alerta.

Además de los terremotos, existen otras señales naturales de un tsunami. Por ejemplo, si estamos en la playa y observamos que el mar se retira de manera repentina o vemos olas anómalas que crecen de forma sospechosa, debemos evacuar de inmediato. No se debe perder tiempo verificando en redes sociales o esperar confirmaciones externas, ya que si lo estamos presenciando, es porque ya está sucediendo. También, si escuchamos un rugido proveniente del mar, puede ser indicativo de tsunamis causados por derrumbes submarinos, de rocas, o de glaciares. En tales casos, la evacuación inmediata es crucial, incluso si no se ha activado un sistema de alerta por terremoto. Ante una alerta oficial de la comisión de emergencias, también es esencial evacuar de inmediato. Sin embargo, es importante buscar siempre información oficial y confiable, evitando cadenas de mensajes en WhatsApp o rumores en redes sociales, optando por información oficial para tomar decisiones.

¿El cambio climático también incide en la frecuencia y la intensidad de los tsunamis o no tiene nada que ver?

El cambio climático podría afectar indirectamente el impacto de un tsunami, pero no de manera directa. ¿A qué me refiero? Bueno, el cambio climático puede provocar erosión costera, reduciendo así la extensión de las playas. Si un tsunami ocurre en este escenario, podría encontrarse con las casas más cercanas debido a la erosión, ya que la costa se ha reducido. Del mismo modo, el aumento del nivel del mar, consecuencia del cambio climático, podría implicar que, al ocurrir un tsunami, las viviendas estén más expuestas al peligro al encontrarse más cercanas al mar de lo que estaban antes.

En latitudes polares, el cambio climático puede causar colapsos y desprendimientos de glaciares que podrían generar tsunamis de manera directa. Sin embargo, este no es el caso en nuestras latitudes. Eso sería todo al respecto.