La directora del medio feminista nicaragüense Media Cuartilla, Matilde Córdoba, reflexiona sobre la cultura del silencio a través de la exitosa serie de ficción (aunque dialogando con la realidad), que presenta los abusos de un afamado presentador de TV estadounidense.
Por: Matilde Córdoba* – Media Cuartilla
Luego del segundo capítulo pensé en dejar de ver la serie. El famoso presentador que había sido apartado del programa matutino The Morning Show tras un destape del New York Times sobre denuncias de abuso sexual en su contra, parecía un tipo amigable. Se le percibía hasta encantador. ¿Encantador un abusador sexual?
Exitoso, famoso y atractivo, Mitch, el presentador acusado de cometer abusos sexuales —interpretado por Steve Carell— argumentaba que solo había tenido relaciones sexuales consentidas. Sin embargo, quienes le acusaban alegaban estar en una situación desigual. Laboralmente, todas eran sus subordinadas.
El mismo día en que el New York Times publicó las denuncias, su copresentadora en el programa, Alex —Jennifer Aniston— anunció el despido del que fue su compañero durante 15 años. Pero detrás de cámara Alex no estaba tan segura de que realmente él fuese un abusador. Una investigación emprendida por la cadena televisiva revelaba que muchos integrantes del equipo tampoco lo estaban. Resaltaban actitudes favorables de Mitch y no identificaban algún comportamiento inadecuado.
La serie The Morning Show, una apuesta de Apple TV ya con varios premios y nominaciones, aborda la cultura de silencio imperante en nuestra sociedad. Retrata cómo conocemos de casos de abuso sexual, abuso de poder, y preferimos callar, ver a otro lado, juzgar a la víctima, ensalzar al abusador. El nombre de la serie es el de un programa matutino que según la trama es el más visto por la teleaudiencia estadounidense y genera varios centenares de millones de dólares al año.
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Durante los 10 capítulos que conforman la serie se evidencia lo que vivimos a varias escalas: el abuso de poder, la naturalización de la violencia sexual y la cultura de silencio promovida y normalizada que provoca que las víctimas no denuncien, que no se les crea, que se les culpe y se les señale. La cultura de silencio que permite a los agresores abusar repetidamente a sus anchas, gozar de impunidad y privilegios. Todo gracias a un pacto no escrito: Ver, oír y callar.
Mitch deja de ser encantador hasta en el sexto capítulo. Sin amigos y sin familia, recurre a la presentadora inexperta que lo había sustituido en el programa, una periodista que solía ser impulsiva. Le propone entrevistarlo para destapar esa cultura de silencio. Si él estaba acabado, terminaría haciendo lo mismo con los dueños de la cadena televisiva. Mitch insiste a la periodista que el presidente de la cadena estaba al tanto que abusaba de su poder. Incluso, ofrece pruebas de cómo la presidencia encubrió sus abusos, a los que él siguió llamando relaciones consentidas. La presentadora compró su versión.
En el camino a convencer a la entrevistadora y lavarse la cara apareció una víctima del presentador. Una más. Una que nadie conocía. Era coordinadora de producción en The Morning Show. Mujer discreta, joven y apasionada por su trabajo que parecía estar distante de toda la situación.
Para entender cómo la coordinadora de producción entró a la trama, en la serie retroceden varios años, recuerdan la época en la que Mitch era el todopoderoso y presentador afamado. En una cobertura de unos atentados terroristas en Las Vegas, él pidió que ella fuese parte de la producción. Estando en Las Vegas la invitó a su cuarto. Cuando ella decidió irse, él intentó seducirla y luego la violó.
Muchos no entenderán que esa es una violación porque ella no puso resistencia y, sobre todo, porque en el imaginario colectivo persiste una confusión acerca del consentimiento. Para el abusador, ella consintió la relación porque no se opuso. Además, como aceptó un ascenso para callarse cuando denunció el abuso ante las altas esferas, también le debía un favor. Es importante destacar que mientras no haya un sí de por medio, un sí desprovisto de una posición desigual, es una violación.
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Según él, ella era la prueba de esa cultura de silencio, así que la presentadora nueva la abordó. Con tacto sí, con empatía, sí, pero la abordó. Y aquí me quiero detener: ¿Sabemos los periodistas cuánto removemos cuando entrevistamos a mujeres sobrevivientes de violencia? ¿Nos detenemos a pensar qué provocaremos cuando esas mujeres hablen y revivan el abuso que han callado por años? ¿Nos cercioramos de que cuentan, al menos, con una red de apoyo?
La coordinadora de producción no había pasado por un proceso de sanación. Había callado. Sentía culpa por haber aceptado el ascenso. A diario lidiaba con el silencio, con los recuerdos y el dolor. Una noche después de desahogarse con la presentadora se suicidó.
The Morning Show nos recuerda la necesidad de no callar frente a los abusos, de acuerpar a las sobrevivientes, de creerles. Todo eso que el Me too y el #NiUnaMenos han venido a enrostrarnos y a exigirnos cambiar, esa cultura de silencio que persiste en todas las esferas de la sociedad, por la que las mujeres no rompen el silencio y los abusadores continúan impunes.
* Periodista especializada en la cobertura con enfoque de género. En ocasiones bordo para buscar paz.