La cantidad de embarazos en adolescentes de 15 a 19 años se ha reducido en más de ocho puntos en dos décadas. Tasa de fecundidad adolescente es de 0,11, y muestra caída sostenida desde 2013.
Por: Fiorella Montoya
El reloj del médico marcó las 0:40 de la madrugada del 16 de junio de 2016, cuando el mundo le daba la bienvenida al pequeño Samuel. En medio de nervios y alegría la vida de Josseline Villavicencio cambió con 18 años al tener a su hijo recostado a su pecho experimentando el mayor amor posible.
Así como ella, muchas jóvenes viven la experiencia de convertirse en madres por primera vez durante su adolescencia; situación que les cambia la vida pero según ellas las transforma en algo mucho mejor en medio de cambios, nuevas situaciones y la palabra clave: amor incondicional.
La tasa de embarazos adolescentes ha caído en picado en dos décadas. En 2000 nacían diariamente 21 bebés de madres que tenían apenas de 10 a 17 años (niñas y chicas muy jóvenes), cifra que cayó hasta 11 en 2018, año en que hubo 4.019 madres adolescentes, según datos del INEC. La gran mayoría de estas madres cuentan entre 15 y 17 años; siete madres tienen menos de 13 años.
La caída sostenida de la tasa de fecundidad (0,11) viene desde 2013, año en que se implementaron las clases de sexualidad en los colegios del Ministerio de Educación Pública.
Casi dos terceras de las madres adolescentes, entre 15 y 19 años, no pudo terminar la secundaria, según datos del INEC (2019).
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“Siempre hay efectos psicológicos pues hay cambios bruscos en su estilo de vida y no está preparada para un proceso de estos, ya que no es una edad óptima para ser madre. Aún se encuentra en crecimiento físico y mental, formando su identidad, probablemente esté cursando sus estudios y disfrutando otra etapa de la vida”, explica la psicóloga María José Zúñiga.
Además de esos efectos psicológicos, estas jóvenes madres afrontan en desventaja su futura vida laboral.
En Ticas Poderosas queremos conocer la historia detrás de tres madres jóvenes en diferentes periodos de tiempo; que en medio del temor que afrontaban en ese momento lograron salir adelante.
La espera del amor verdadero
“Del miedo, no quise aceptar que estaba embarazada así que no dije nada por casi seis meses. Del miedo me imagino que mi bebé se escondía en la misma pancita así que no se me veía mucho solo parecía que había subido un poco de peso. Ya después de hablar con mis papás, como que el bebé se relajó y seguro dijo aquí estoy y ese mismo día se me salió toda la pancita de seis meses de embarazo”, recuerda Josseline Villavicencio aquel momento en el que incluso entró en una depresión tras no saber cómo hablar de su bebé.
El impacto psicológico significa muchísimo en la vida de una adolescente, pues analizar la situación de convertirse en madre trae consigo diversos efectos.
“Un embarazo en la etapa adolescente puede generar culpa, resentimiento, rechazo, adelantar procesos en la vida de la joven, entre muchas otras cosas que pueden tener efectos inmediatos y post embarazo también, incluso para con la o el bebé y el resto de su familia”, dijo Zúñiga.
Sin embargo, ahora cuando el pequeño Samuel está a punto de ingresar al materno ella recuerda que lo que la llenó de felicidad fue escuchar el corazón de su bebé y verlo por primera vez aquel 16 de junio, a pesar de la situación ella describe aquel momento como un sentimiento inexplicable.
Josseline en medio de su incertidumbre logró sacar la valentía gracias a su hijo que hoy es su pequeño motor, sacó bachillerato y hoy trabaja desde su casa haciendo pastelería y postres con el padre de Samuel y la ilusión de ver a su hijo crecer cada día más.
Cuando la lucha vale doble
Según las estadísticas del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC), de las madres adolescentes de 15 a 19 años en el 2019 un total del 61,1% tuvo la secundaría incompleta.
Katherine Quirós se enteró que sería madre a los 16 años, en el 2002 recibió la noticia de que Diego venía en camino, ella cursaba el colegio en ese momento y debió sacar fuerzas en medio del temor para poder continuar sus estudios.
“Embarazada yo seguía yendo a clases tuve muchos achaques, mis compañeras me ayudaban mucho entonces fue algo muy bonito aunque en el colegio uno no piensa cómo andar cuidando de otra personita. Tenía que sacar el bachillerato y tenía una personita que dependía de mí, venir aquí a mi casa a estudiar y también sacar tiempo para ser mamá fue lo más difícil pero lo recuerdo como lo más lindo de mi vida, no me arrepiento de haber hecho ese sacrificio”, explicó Quirós.
Esa fuerza cuando la lucha vale doble es el resultado de habilidades específicas dentro de una situación, y las madres son quienes más saben de ello.
“Hay personas que cuentan con habilidades o herramientas específicas que ayudan a que puedan sobresalir o salir adelante un poco mejor de las presiones, los prejuicios, señalamientos y la constante opinión social. Por ejemplo, la resiliencia, la seguridad propia, el autoestima, el empoderamiento, son aspectos claves, que te dan la fortaleza mental para sobrellevar distintas situaciones”, menciona la psicóloga Zúñiga.
La vida de Katherine significó superarse a sí misma, establecer planes de salidas donde su hijo se pudiera incluir y sobre todo derribar prejuicios recordando siempre y agradeciendo el apoyo de sus padres.
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“Dios nos da este este regalo de ser mamás porque nosotras podemos, hay que ser fuertes y saber que hay alguien que depende de nosotras. Seguí adelante, saqué mi bachillerato aquí está conmigo hoy tiene 12 años y ha sido mi compañero en muchas cosas por él he podido tener fuerzas”, finalizó Quirós quien también es emprendedora.
El amor y la fe que pasó fronteras
Corría el año 1994 cuando Lizeth Fletes con apenas 15 años se enteró de que sería madre, ese día cambió el resto de sus días hasta hoy.
“Me enteré que estaba embarazada cuando tenía tres meses, me dolía el estómago mucho y me daban náuseas algunas cosas y cuando llegue el doctor me preguntó que si andaba acompañada entonces yo le dije que no, andaba escapada porque me daba cosa que algo pasara, yo pensaba que era un virus pero me dijo que estaba embarazada. Vivía con mi abuela y mis tíos (en Nicaragua) fue difícil porque mi abuela había dicho que si algún día yo o cualquiera de mis primas nos jalábamos una torta, que nos molía a golpes como por el qué dirán”, recuerda ese día Lizeth.
Por el temor decidió ocultar a su bebé por siete meses hasta que se enteraron de su embarazo y su madre, que se encontraba en Costa Rica trabajando, fue por ella para traerla al país que vio a su hijo nacer. En medio de temores, Lizeth viajó a un país desconocido, atravesó la frontera con su bebé en el vientre y sobre todo con el deseo de darle lo mejor al pequeño Bryan que pronto nacería.
En Costa Rica, en el año 2019 el 9,5% de embarazadas entre 15 y 19 años asistió de cero a tres consultas prenatales cuando la Organización Mundial de la Salud recomienda ocho. Fletes no asistió a ninguna, por eso la sorpresa en uno de los mejores días de su vida, el 3 de julio de 1995.
Tras 12 horas en labor de parto con tan solo 15 años, por fin conoció a su bebé, el niño que le pidió a Dios, “con el cabello negro negro y los ojitos todos chinitos, ver a esa personita que dentro de mí pude proteger y cuidar fue como: “Ahora sí, mamá. Ahora tienes una responsabilidad, es alguien que te va acompañar toda la vida, alguien que, aunque está mal decirlo, me pertenece, aunque sé que es prestado (porque los hijos son prestados) pero sentía como que ya no iba a estar sola”, recuerda.
Han pasado 25 años desde aquellos momentos, donde recuerda haberse sentido sola, con temor, en medio de incertidumbre cuando no había qué comer. Pero tras demostrar valentía durante muchos años, logró ser la madre que es hoy, y hace poco se convirtió en abuela de una niña demostrando que la fe y el amor de madre pueden mucho más que una adversidad.
Así es como muchas madres siguen demostrando que el verdadero amor lo supera todo.