La mujer indígena hereda el protagonismo, abarcando desde la protección de sus territorios, hasta la transmisión de los saberes ancestrales, el trabajo con adultos mayores, la seguridad alimentaria o la lucha contra el cambio climático.
Por: Miriet Ábrego
Cantora tradicional y líder indígena Bribri del clan Tubolwa, Mildret Blanco Salazar es una cálida madre y esposa de 38 años, quien nació y se formó en la comunidad de Amubri de Talamanca donde inició en la gestión comunitaria desde que tenía 19 años inspirada por el trabajo de capacitación que promueve su hermana mayor Naomi.
Se mudó cinco años atrás al territorio del cual forma parte su esposo, quien es docente Cabécar Tjai (Tayní) en el Valle La Estrella. Sus hijos comparten tanto el legado Bribri como el Cabécar.
Ya que a ambos les apasiona tanto lo que son, como su forma de vivir diaria, iniciaron un emprendimiento familiar en turismo para que otros puedan conocer las riquezas naturales del territorio y lo fundamental de su cultura.
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Blanco comentó, “puedo decir que hago lo que más me gusta que es el trabajo social, vengo de una familia muy luchadora. Tengo grandes mujeres ejemplares como mi abuela, mi madre o mis hermanas. Estoy muy contenta porque sigo haciendo lo que inicié, pero ahora en el territorio Tayní, donde utilizó todo eso para poder hacer un buen equipo con las demás. Estamos abriendo puertas para, el día de mañana, tener buenas mujeres líderes Cabécar.”
Una inquieta Mildret detectó el potencial que había y comenzó a involucrarse con las mujeres la comunidad de Jabuy; así fue naciendo la ya legalizada Asociación Agrícola ‘Alakalawa Ishoko Tamy’ (cuyo significado en español es Mujeres Dueñas de la Tierra), cuentan con 20 asociadas y muchos retos para promover la comercialización de sus productos agrícolas entre los que están el arroz, una gran variedad de tubérculos, frijoles, café, cacao y maíz entre otros.
El modelo que utilizan lo denominan como de ‘ayuda mutua de una a otra’. “Los miércoles y los sábados vamos de finca en finca, yo le doy la mano a ella y ella me la da a mí, yo voy a su tierra a trabajar y el siguiente turno ella me va a ayudar a mí. Y así somos 20 mujeres trabajando en diferentes fincas, chapeamos o si ellas ocupan ir a sembrar pues vamos todas como hormiguitas y ahí no queda nada. Así levantamos los terrenos”. cuenta Blanco.
Mujer indígena, heredera del saber
La pasión que siente Mildret por su cultura es casi palpable. Le gusta resaltar a la mujer desde los conocimientos ancestrales que forman su ser: “Yo disfruto mucho de interpretar cantos Koyonum, unos cantos muy especializados heredados de nuestras abuelas. Son espirituales y se usan ya sea en las labores del campo, al moler maíz, arrullando un bebé o cuando se trata a un enfermo. El canto es muy importante para los indígenas, es el medio de conexión espiritual”.
Blanco participa activamente del proyecto Jirondai, quienes buscan rescatar las voces tradicionales en el camino hacia la memoria de la diversidad humana. “He podido compartir y aprender de otras vivencias, eso me hace valorar más lo que soy y darme cuenta que soy una creación única del gran Sibö (ríe).”
La mujer indígena hereda el protagonismo, abarcando desde la protección de sus territorios, hasta la transmisión de los saberes ancestrales (como la revitalización de la lengua y la cultura), el trabajo con adultos mayores, la seguridad alimentaria o la lucha contra el cambio climático, del cual son protagonistas desde antes de que existiera siquiera el término.
“Hay mujeres que literalmente han puesto sus cuerpos en las recuperaciones para tener más medios de subsistencias, se dedican a la siembra y todas esas cosechas son para beneficio colectivo o cuando se construye una casa tradicional es para que se trabaje y se use en colectivo, siempre ha sido así y seguirá siendo. El tema del aislamiento por la pandemia por ejemplo fue todo una estrategia generada desde los mismos territorios y que ha tenido éxito”, añade Yanory Rojas.
Deuda histórica con los pueblos indígenas
Yanory es una mujer indígena Brunka de 25 años, estudiante de antropología y planificación social de la Universidad Nacional (UNA) y la Universidad de Costa Rica (UCR), quien participa activamente en distintos espacios para pluralizar el debate y discusión sobre las poblaciones vulneradas como lo es la indígena, quien abordó el tema del ‘quiebre’ en tanto a la pertinencia de la salud y la educación pública con respeto a los saberes de los pueblos indígenas.
“Por ejemplo, la forma de vivir la maternidad en territorios indígenas pasa por otras vertientes, desde la medicalización en cuerpos no acostumbrados, hasta la forma de la concepción.”
Yanory además remarcó la falta de voluntad política para aumentar la participación de los territorios y echar a marchar los convenios existentes, más el cumplimiento de la Ley Indígena. El acceso a servicios como salud y educación son parte de sus preocupaciones colectivas, así como la falta de una malla curricular con pertinencia cultural.
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“Hay que buscar cómo materializar convenios y sanar la deuda histórica que se tiene con los territorios indígenas a través de las instituciones, las cuales lastimosamente carecen de sensibilización y conocimiento con respecto a los territorios. Todo esto ha golpeado la dignidad de la gente indígena y ha creado memorias de dolor, como lo ocurrido con Sergio Rojas y Jerhy Rivera (dirigentes indígenas asesinados)”.
Otro alarmante panorama es el descrito por la Encuesta Nacional Sobre Actitudes Hacia la Diversidad Cultural y Poblaciones Indígenas y Afrocostarricenses (2019), aplicada entre estudiantes de colegios públicos, reveló que las palabras que utilizan los colegiales para describir a los indígenas son: pobres, irresponsables, perezosos, violentos, feos y supersticiosos entre otras.
“Esa encuesta me reveló mucho de cómo funciona el sistema, esto pasa por un aparato educativo que no ha sabido nutrir a la gente del por qué es importante la diversidad cultural, sino que los jóvenes tienen toda una red de desinformación que les hace repetir esos patrones. Estos adolescentes crecen pensando que los indígenas somos todo eso, hay que trabajarlo”, concluyó Yanory.
A ello se suma la mercantilización de conocimientos y de cuerpos indígenas, que saquean aun a los territorios llevándose mucho de ellos. “¿Qué es lo que buscan? -dicen nuestros mayores- ¿Qué es lo que quieren de nosotros? ¿Qué es lo que quieren de nuestras montañas?” ejemplifica Mildret. En Costa Rica los pueblos indígenas sufren la pobreza en sobredimensiones. Frente al 26,2 % de pobreza del país en 2020 -, los niveles alcanzados entre las diversas etnias son: Cabécar 94,3%; Ngäbe 87,0%; Bröran 85,0%; Bribri 70,8%; Brunka 60,7%; Maleku 44,3%; Chorotega 35,5% y Huetar 34,2% (cifras del Censo Nacional de 2010).