En la última semana han ido cayendo marcas mínimas necesarias para poder acudir a los JJ OO de Tokio 2020 (retrasados un año por la pandemia). Un total de diez deportistas costarricenses han clasificado, siete de ellas mujeres. Por primera vez, las mujeres serán mayoría en la delegación tica de unos Juegos Olímpicos.

Por: Daniel Zueras

El ninguneo de los deportes considerados minoritarios en Costa Rica es palmario. Y si a eso se le suma que sea practicado por mujeres, ese desconocimiento se multiplica.

Sin embargo si Costa Rica va a tener presencia en los Juegos Olímpicos de Tokio (del 23 de julio al 8 de agosto de 2021) va a ser, mayoritariamente, gracias a mujeres que practican deportes poco seguidos.

Por el momento siete de las diez personas clasificadas para Tokyo son mujeres: Andrea Vargas (atletismo, 100 metros vallas), Brisa Hennesy (surf), María José Vargas (ciclismo en ruta), Noelia Vargas (atletismo, 20 km marcha), Lucía Alvarado (gimnasia artística), Leilani McGonagle (surf) y Beatriz Padrón (natación). Daniela Salas (atletismo, 400 metros vallas) tiene opciones de sumarse a este listado en las próximas semanas.

Sería la primera vez que la delegación tica cuenta con más mujeres que hombres. Aunque en las próximas semanas pueden clasificar algunos más (hay algunas opciones en judo y en atletismo), no parece que vayan a equilibrar la balanza.

Que el fútbol masculino se lleva el 99% del seguimiento mediático en el país no es ningún secreto, pero un pequeño puñado de deportistas son quienes van a dar la cara por el país en el evento deportivo más importante del mundo, los Juegos Olímpicos, que llegan con un año de retraso debido a la pandemia.

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53 años han pasado desde que la limonense Jean Robothan representara a Costa Rica en los Juegos Olímpicos de México en 1968. Ella fue la primera mujer que compitió por el país en las mayores justas deportivas del planeta y lo hizo en tres pruebas atléticas: 400 metros, salto de longitud y pentatlón (que conjuga cinco disciplinas atléticas: vallas, lanzamiento de bala, salto de altura, salto de longitud y 200 metros).

Este es un país desmemoriado y su figura es apenas conocida. Valga un pequeño reconocimiento desde estas pocas líneas.

Pero avancemos en el tiempo. Mucho ha llovido desde entonces y la participación femenina ha ido ganando protagonismo en el deporte tico. El récord hasta el momento se cifra también en siete mujeres costarricenses en los Juegos Olímpicos de Seúl, en 1988, en una delegación compuesta por un total de 16 deportistas. Si la mencionada Daniela Salas se sumara en próximas fechas, Tokio vería la representación femenina de Costa Rica más numerosa hasta la fecha.

En total 26 mujeres han representado a Costa Rica en unos juegos olímpicos (con 33 participaciones, ya que se repiten algunos nombres en diversas ediciones, como María del Milagro París, Sylvia Poll, Zoila Rosa Steward, Gilda Montenegro, Claudia Poll -esta en tres ediciones- o Marie Laura Meza).

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Para nadie es un secreto que el país cuenta con apenas cuatro medallas olímpicas, todas conseguidas por mujeres (y todas con el mismo apellido), la plata de Sylvia Poll en Seúl 1988 (en 200 metros libres, natación); y las tres preseas de Claudia Poll (oro en 200 metros libre en la piscina de Atlanta 1996 y los dos bronces de Sidney 2000, en 200 y 400 metros libres).

Andrea Vargas es una de las grandes bazas costarricenses para acceder a un diploma olímpico, o incluso (¿por qué no?) soñar con una medalla.

Escasa visibilidad

Formar y mantener deportistas de alto rendimiento es caro. Henry Núñez, presidente del Comité Olímpico Nacional (CON) de Costa Rica apunta que la inversión del estado costarricense en cada atleta de élite varía en función de determinadas variables, pero oscila entre US$50.000 a US$150.000 anuales. En esta inversión no cuenta solo la ayuda económica directa -el salario mensual-, sino que incluye el pago de los entrenadores, fogueos, atención médica directa, nutricionista, psicólogo o equipamiento. La cantidad final depende mucho también de los sistemas clasificatorios (ya que algunos necesitan viajar al exterior a más eventos para obtener los puntajes necesarios para clasificar). 

El CON trabaja de la mano con el Instituto Costarricense del Deporte y la Recreación (Icoder) y las federaciones deportivas para que no haya duplicidades en los pagos.

Prácticamente el 95 % del dinero viene de recursos públicos (provenientes del Gobierno y de organismos internacionales), ya que la escasa visibilidad que dan los medios de comunicación a cualquier deporte que no sea el fútbol hace complicado que las empresas se interesen por el patrocinio. La empresa de telecomunicaciones Claro es la excepción, siendo el patrocinador oficial del CON, aunque aporta una muy pequeña parte de los recursos del organismo olímpico.

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A juicio de Henry Núñez, en Costa Rica no hay cultura de patrocinio hacia los deportes minoritarios, en gran parte debido a la escasa cobertura que ofrecen los medios. El 99 % es fútbol, hay poco seguimiento a atletas de alto rendimiento y la empresa privada apoya cuando ya han explotado mediáticamente.

El trabajo realizado en los últimos años al menos ha logrado que la élite olímpica tica sea reconocida por los costarricenses, ya no pasan del todo desapercibidos cuando pasean por nuestras calles.

“Varios atletas, sobre todo los más mediáticos, tienen sus propios patrocinadores”, explica Núñez. Ese dinero lo pueden disfrutar los deportistas, ya que los gastos de preparación se nutren de la manera antes mencionada.

El presidente del CON ve “muy difícil” apuntar a una medalla en Tokio, pero avizora buenas opciones de obtener algunos diplomas olímpicos (hasta la séptima plaza) en deportistas que están entre la élite mundial en sus disciplinas: la atleta Andrea Vargas, la surfista Brisa Hennessy y el ciclista de BMX Kenneth Tencio.