Cuatro mujeres de Upala, que en el pasado sufrieron episodios de violencia y discriminación, se ponen todas las semanas frente a un micrófono para dar voz a las mujeres y personas vulnerables.
Por: Miriet Ábrego
Todos los sábados, de nueve a diez de la mañana, cuatro mujeres ocupan el dial de Radio Cultura Upala 88.3 FM. Se trata de un grupo de mujeres inquietas, que hacen de todo (aunque no saben cómo): producen y locutan -desde hace un año- el programa “Nuestras Voces por Comunidades Libres de Violencia”.
Laura Corea, Marisol Sequeira, Belkis Carballo y Yamileth Pérez son vecinas de distintas comunidades del cantón de Upala. Ellas fueron víctimas de violencia y discriminación; hoy dan vida a un espacio de abordaje humano donde se genera no solo debate y conocimiento: se alimentan además procesos comunitarios. promoviendo la fiscalización y la denuncia. Pero además reconectan y reconocen el puesto de las mujeres y las personas más vulnerables dentro de la dinámica comunitaria.
Inicialmente patrocinado por el Fondo Fiduciario de las Naciones Unidas, el espacio es producido por la Red de Promotoras en Prevención de Violencia (apoyadas por Cenderos, organización que busca la promoción de los derechos humanos de la población migrante, transfronteriza y costarricense en condición de vulnerabilidad).
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Durante una hora semanal lanzan al aire temas como: Trabajos agrícolas y artesanales de las mujeres de Upala; emprendimientos en las comunidades y economía social solidaria; cambio de la niñez a la adolescencia; ley de acoso sexual callejero; violencia de los hijos hacia las madres: conociendo la labor de las y los facilitadores judiciales; mujeres en la generación de conocimientos; romantización de la violencia en el noviazgo; educación sexual en niñas y niños; celos violentos, camino al femicidio; administración inteligente de las finanzas; comunidades organizadas y prácticas de autocuidado, entre otros.
“Fuimos a seleccionar alrededor de 12 mujeres al inicio. Habían visto ciertas habilidades y capacidades que se van reflejando en la trayectoria que hemos tenido en la red de promotoras comunitarias. Entonces, un día íbamos a recibir un taller de formación de radio. A mí, en lo personal, me pareció muy interesante, algo nuevo y sí aceptamos. Luego empezamos a darle forma en las capacitaciones y un día nos llegó la sorpresa de que era de verdad. Pero no solo trabajamos en las comunidades brindando información, asesorías o acompañamientos hacemos otras cosas”, dice Laura Corea, madre de 44 años, emprendedora que confecciona distintas prendas y miembro de este equipo, costarricense y vecina de barrio Venecia.
Marisol Sequeira es una madre de 40 años, vecina de Bijagua, quien era estudiante y a la vez docente multigrado en Nicaragua cuando vino a Costa Rica en busca de un mejor salario trabajando en casas: “Me dijeron: “Maestra, ¿pero por qué gana tan poquito? Vea, aquí en Costa Rica se gana mejor limpiando casas”. Y entonces un señor me ofreció un trabajo. Mi idea era seguir estudiando”.
Sequeira no volvió a Nicaragua, ya que las condiciones no se prestaron. Hoy tiene 11 años de involucrarse en los procesos comunitarios y participa en el proyecto de la radio. Comenta que “quienes estamos produciendo este programa de radio somos mujeres comunes y corrientes. Si yo pude, otras pueden también, claro que pueden. Es tener el deseo, seguir luchando para poder generar un cambio en nuestras comunidades”.
“Cuando llegué, me sentía como una gallina en un gallinero nuevo”, dice Laura Corea, quien rememora que “la idea de la radio nació el 30 de agosto de 2017 en una de las reuniones de la red, donde se habló de qué importante sería tener un espacio en la radio para poder llegar más allá a mujeres a las que no se podía llegar. También un producto que trascendiera las fronteras. Sabemos que nos escuchan en lugares como New Jersey, Canadá, Nicaragua y otros”.
La importancia de una voz amiga
Durante uno de los programas de título ‘Jóvenes, prevención al suicidio’, conocieron de una chica que había intentado cortarse pero por dicha no cobro éxito el acto. “Yo le dije a esta persona que ahí habían unos enlaces, que ella no estaba sola, que llamara, que la ayuda que se ofrece es gratuita. Y sé que volvió a escuchar el segundo programa, porque le dimos un seguimiento que fue ‘Duelo por suicidio’ y ella comentó. También unos padres que este segundo programa lo escucharon, porque tenían un hijo que se había suicidado y con este programa lograron obtener esa ayuda, ellos y la muchacha” comenta Corea.
Yamileth Pérez es una estudiante de cuarto grado del colegio, emprendedora que se involucra en proyectos de monitoreo comunitario por la conservación de los felinos, también es tesorera de la Asociación Agropecuaria de Argelia comunidad a la que pertenece, madre nicaragüense de 48 años quien conoció la organización de Cenderos ya que también es facilitadora judicial, por lo que a través de capacitaciones se le faculta a orientar a otros.
“En temas como pensión alimentaria o violencia doméstica, por ejemplo, no podemos mediar pero sí podemos orientar y asesorar a dónde ir, podemos remitir casos al PANI; o como facilitadora, puedo entrar con mi carnet a una institución pública y pedir explicaciones de por qué no se atiende una mujer migrante, o por qué no se ve a un niño en abandono”.
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Cuenta que “ahorita lo de la radio lo tomo como una oportunidad para crecer, porque para mí que las mujeres conozcan los tipos de violencia que existen es importante. A veces se normaliza que a uno le digan cómo vestir, cómo hablar, cómo actuar, porque: “Ah, es mi pareja y le merezco respeto, no yo soy la que decido”. Pero también le hemos hecho acompañamiento a hombres, por ejemplo en el juzgado mixto de familias, que al igual que las mujeres, bueno no todo se expresan ¿verdad?. Si está viviendo una situación de violencia, se anima y tiene el valor de actuar, le ayudamos”.
Belkis Carballo llegó a la red hace 3 años. Ella es una madre nicaragüense de 30 años, que aunque tuvo que dejar dos carreras universitarias (marketing y periodismo) por falta de recursos económicos, no se detiene. “Desde los 14 años trabajaba y estudiaba, ya que mi mamá no podía. Llegué a mis 24 años, tuve a mi hija y terminé mis estudios porque quería emprender mi propio negocio y también necesitábamos dinero. Actualmente, como solicitantes de refugio, mi esposo y yo no hemos podido conseguir un trabajo”. Con el apoyo de organizaciones como ACNUR consiguió un espacio en la feria del agricultor de Upala, donde los viernes vende pinolillo, cajetas o chileras, entre otros.
“No somos profesionales, no somos psicólogas pero en mi caso, desde mi experiencia y mi conocimiento, siento que hago un aporte hacia estas mujeres en la radio. De hecho, mi esposo a veces nos ayuda y él ha entendido que a veces hay actitudes que también son violencia. Hemos hecho algunas recreaciones de situaciones que nos hemos encontrado en las comunidades y él me dice: “¿Cómo los hombres podemos decir tanta caballada?”. Eso le ha ayudado a hacer una introspección, ver si tal vez sin querer pueda estar cayendo en machismos y ese tipo de cosas. Más que tiene una hija; entonces, ha sido muy bueno en todos los sentidos, la verdad”.
Nuestras voces por comunidades libres de violencia salió al aire por primera vez el sábado 24 octubre del 2020. En celebración a su primer aniversario tuvieron como invitadas a Oriana Ortiz, coordinadora del programa, y a Adilia Solís, presidenta de Cenderos.
“A veces se tiende a pensar que las personas que salen en la radio es porque tienen algún tipo de formación, o han tenido experiencia previa y estudios para esto. Pero esto es una invitación a decirle a esas mujeres que nos escuchan, que realmente el conocimiento y el aprendizaje es algo muy amplio que no tiene que ver con algo académico necesariamente, sino con la disposición. Estas mujeres aprendieron a editar, a locutar, a redactar, a entrevistar, a grabar un video, a trabajar en equipo, que también es un reto… Esto también es una provocación para buscar espacios para aprender a no limitarse”.
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Externó Ortiz durante la transmisión de celebración del primer cumpleaños que fue un proyecto creado para llevar información y acompañamiento en una época de lejanía física y emocional, debido a esta pandemia. El programa busca abrirse en un momento donde se revela un drástico aumento del sufrimiento en los hogares y las sociedades, con este se pretende llegar a más personas para apoyar, educar y accionar.
Según datos del Ministerio de Seguridad Pública, la violencia intrafamiliar aumentó de casos durante el 2020 en comparación al 2019 en un 22% (3.295 casos más).
La Encuesta Nacional de Hogares 2021 (ENAHO 2021), realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), revela que el 23% de los hogares se mantiene bajo la línea de pobreza.
No obstante, el Gobierno Central sigue incumpliendo con parte del famoso acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), al no incrementar la inversión social, ya que se había negociado una inversión social del 2,04% para el siguiente año, pero actualmente no supera el 1,71%, según la información del Presupuesto Nacional proyectada incluso para el 2022.
Por otro lado la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) señaló a Costa Rica como uno de los países con menor inversión en gastos sociales, con solo el 12,2% del Producto Interno Bruto (PIB), muy por debajo del 20% promedio OCDE. Dicha inversión social traería mejoras y oportunidades para los sectores más vulnerables como los jóvenes, niños, ancianos, desempleados, discapacitados, mujeres y hogares de bajos recursos.
Nuestras historias se vuelven colectivas
Parte del empuje, la facilidad por guiar y colaborar de estas mujeres nace a partir de ser ayudadas por otras en el pasado. Tal vez no se nota, pero orgánicamente se suele ser guiada o acompañada por otras en los procesos de sanación y crecimiento.
Las redes de apoyo son otro instrumento para reforzar el proceso, pero muchas veces CON solo escuchar a otra y sus historias, se logra que reacciones hacia lo positivo converjan. Es ahí, en ese momento íntimo de conocer lo que marcó a la otra, que notamos que su historia pudo perfectamente ser la mía y al revés. La culpa nunca es nuestra.
Marisol vivió en una relación sentimental durante 15 años. Cuenta que tal vez los primeros tres o cuatro años fueron bonitos y luego todo se tornó violento: los insultos, gritos y golpes eran la nueva normalidad. Este hombre le gritaba cosas como “no servís para nada”, pero esa venda hecha con supuesto amor debe caer.
“Un día en un taller nos dieron una autoevaluación para ver cómo estaba nuestra autoestima. Yo, contestando las preguntas ahí toda emocionada, creía que estaba contestando correctamente. Cuando vi mi calificación de autoestima en un 35 no lo podía creer. No prescribía toda la violencia, pensaba que había salido de un ciclo; pero no, volvía a otro ciclo y así hasta que un día dije no más. Me acarreó muchas consecuencias, porque el sujeto no lo quería aceptar. Pero eso ya no era amor, era conveniencia, porque no había respeto, no había confianza”.
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Otra vivencia es la de Laura Corea quien compartió cómo vivió violencia física y verbal por parte de su ex esposo antes de conocer la red de promotoras, entre otras cosas. También la dura experiencia que resultó ser sacar a su agresor de su hogar, para poder construir uno nuevo: “Tírame esa cochinada de policías, de por sí qué me van a hacer esos tal por cuales” le gritaba el hombre, retando. “Yo solo sentía el airecito cuando él iba atrás mío, seguro a darme, pero ahí fue cuando lo agarraron, por dicha”.
Yamileth cuenta cómo “viví violencia doméstica en la infancia. Mi papá era violento con mi mamá. Nosotros íbamos todos al campo, pero solo mi hermana y yo llegábamos a hacer los oficios. Mi papá se sentaba, mis hermanos se iban para sus cuartos y nosotras teníamos que llegar a atenderlos. Empecé a trabajar desde los 13 años para salirme un poco de la casa, dejé mis estudios cuando salí de sexto grado y mi papá dijo: “las mujeres no van a estudiar porque salen embarazadas” y los varones no quisieron estudiar. También mi papá dijo “no hay que dejarle herencia a las mujeres, porque el hombre tiene que darle”, entonces yo fui la que dije no iba a depender de un hombre; y sin embargo, al final, viví violencia doméstica por 21 años con mi ex pareja. Gracias a Dios me separéhace seis años. Yo estaba con él disque por mis hijos y no veía que más bien les estaba haciendo un daño”.
Finalmente, una niña llamada Belkis reconoció que estaba muy herida y necesitaba sanar. “Soy sobreviviente de una violencia exagerada en mi niñez en un patriarcado familiar súper fuerte, en el que mi abuelo, por ejemplo, heredó a todos los hombres y a las mujeres no. Nos dijo que cuando estábamos pequeñas éramos sus hijas, pero ya grandes las consideraba simples “amigas”. En mi casa, mi padrastro era súper violento con mi mamá, ejercía sobre ella violencia financiera, física y verbal”.
“Me di cuenta como mi niña interior estaba profundamente lastimada y que debía curar para poder salir adelante. Eso me ha ayudado a tener una mejor relación con mi hija, que tiene siete años. También pude reconciliarme conmigo misma, entender que nada de lo que pasó fue mi culpa, que son circunstancias que tengo que reconocer. Porque la violencia es violencia; no importa así ya estás adulta, te va a marcar toda la vida y va a ser una cicatriz que va a quedar ahí, a menos que la reconozcas y la trabajes”, expone Carballo.