¿Cuándo fue la última vez que te atreviste a decir no quiero? ¿Cuándo fue la última vez que te pusiste primero antes que a los demás? ¿Cuándo fue la última vez que esa soledad e intimidad buscada te provocó un placer que te dejó con ganas de repetir? 

Por: Renata Infante*

En los últimos meses he venido trabajando en cuestionar mi estilo de liderazgo y, con ello, prácticas que puedo implementar o bien que debo eliminar en pro de mi salud física y mental, así como de las personas con las que comparto mis jornadas laborales. 

También he pensado en que además de trabajar mi liderazgo consciente, quisiera empezar a ver más allá e iniciar un proceso de liderazgo trascendente. No entiendan, quienes me leen, que esto es solo un propósito de año nuevo, se ha convertido en reflexiones cotidianas que me acompañan más allá del lenguaje. 

En medio de este cuestionamiento constante de mi ser y de mi hacer, he pensado con mucha más vehemencia en el cuidado de mí misma, en lo que en mis textos y mis copys en redes sociales ha sobresalido con el hashtag autocuidado. 

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Las mujeres hemos sido culturalmente dirigidas para estar pendiente de los otros. Este rol no solo se juega en la intimidad familiar, sino que permea los espacios laborales donde mis congéneres suelen tener comportamientos maternales, de sobreprotección y cuidado. A veces, incluso, tendemos a poner en práctica comportamientos de omnipresencia y omnipotencia, estamos ahí para conocer el antes, el durante, el después, para que no se nos escape ningún detalle y casi, como una especie de oráculo, poder decir lo que va a pasar. 

Claro está, que no me refiero a indicadores de negocio, proyecciones, dominio técnico y todas aquellas habilidades altamente valoradas en el mundo laboral, me refiero al estar para el otro, nutrir al otro, proteger al otro, usualmente hombre, a quien, a veces, se rinde una pleitesía otorgada, en la mayoría de las veces, por el poder. El mal llamado “compromiso femenino” sugiere, no solo que existe una diferencia entre hombres y mujeres, sino que se sigue dando valor a algo estrictamente ligado a lo “femenino”, el estar incondicionalmente, a ceder lo propio ante lo ajeno. Refiere incluso a un sacrificio casi maternal en pro del bienestar de la empresa, de mi puesto y de mi jefatura.

Hay poco espacio para el no, hemos sido educadas para estar disponibles y someternos a los designios del otro. Culturalmente, se privilegia el ceder femenino antes que la colocación de los deseos propios. Si bien es cierto, a nivel corporativo, de forma errónea se ha dado valor e incluso se ve como señal de éxito, las largas jornadas laborales, parece ser que la motivación intrínseca, así como las demandas internas, son diferentes para hombres y para mujeres. Es posible que creamos que para los hombres es una señal de estatus, responsabilidad y jerarquía, mientras que para las mujeres pudiera ser considerado como una especie de mecanismo de defensa ante la inexistencia de pareja y del ejercicio propio de la maternidad. 

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Y entonces, seamos madres o no, tengamos un trabajo altamente demandante o no, una pareja que ha deconstruido o no los estereotipos de género, les invito a cuestionar lo que estamos haciendo para nosotras mismas, para cuidar de lo más importante que tenemos que es nuestro ser, en la mayor integralidad que esto pueda significar: estar pendiente de nuestro cuerpo, de nuestras emociones y sentimientos. Estar con una escucha más atenta a lo que no queremos, a abrazar nuestros deseos y trabajar en lograrlo con la convicción plena de nuestra vulnerabilidad humana. A nutrirnos de forma consciente de aquello que alimenta de forma sana nuestra corporalidad, pero también de lo que alimenta aquello de lo que, a veces, no nos percatamos, que es nuestro espíritu. 

¿Cuándo fue la última vez que te atreviste a decir no quiero? ¿Cuándo fue la última vez que te pusiste primero antes que a los demás? ¿Cuándo fue la última vez que esa soledad e intimidad buscada te provocó un placer que te dejó con ganas de repetir? 

Yo sigo intentando, diariamente, estar consciente de mi ser de forma integral. No ha sido trabajo fácil, requiere práctica y constancia, pero es posible. Mi café matutino acompañado del Spotify es la primera señal del día que me recuerda la importancia del #autocuidado. 

*Psicóloga especialista en equidad de género y derechos humanos

renata@renatainfante.com